La luz del amanecer comenzó a filtrarse por las cortinas, bañando la habitación con un resplandor suave y cálido. La noche había sido extraña para Five, plagada de pensamientos confusos y emociones contradictorias, pero había algo reconfortante en la presencia de Yang a su lado. A pesar de la incomodidad inicial de su cercanía, había algo en su compañía que lo había calmado, como si las tensiones que lo atormentaban pudieran disolverse solo por el hecho de no estar solo.
Era por eso o el hecho de que ella estuviera desnuda que encontraba mas tolerable la situación.
Cuando abrió los ojos, la habitación estaba en silencio, solo el sonido lejano de la vida en el resto de la academia se alcanzaba a escuchar. Miró a su lado y vio a Yang, aún dormida, con su cabello desordenado y su rostro relajado, una expresión de paz que rara vez mostraba en su día a día.
Yang había tomado la decisión de quedarse con él, y aunque Five aún no comprendía completamente qué la había llevado a hacerlo, había algo en su actitud que sugería que no lo había hecho por casualidad. Por alguna razón, parecía genuinamente contenta de estar allí.
Yang, al parecer, también había tenido una noche más tranquila de lo que hubiera esperado, pues cuando se despertó, su rostro reflejaba una satisfacción genuina. Sonrió ampliamente al ver que Five seguía a su lado, aún recostado, con el cuerpo medio girado hacia ella y desnudo debajo de la sabanas. Había algo reconfortante en esa cercanía, en esa calma que él había brindado sin querer. Para ella, las cosas siempre habían sido complicadas, pero en ese instante, con Five cerca, las piezas parecían encajar.
—Cinco, —susurró, aún entre sueños, abrazando la almohada con fuerza—. Me alegra tanto que no me hayas echado fuera...
Five la observó en silencio durante un momento, la idea de una respuesta en sus labios, pero en lugar de eso, solo dejó escapar un suspiro. Aun no estaba del todo seguro de lo que implicaba esa situación. Sin embargo, ver a Yang tan feliz, tan… relajada, lo hizo sentir que tal vez no estaba tan mal. Si ella lo necesitaba, él podía tolerar su presencia un poco más.
Yang, al sentir el movimiento de Five, alzó la cabeza y lo miró con una sonrisa radiante.
—No te preocupes. No lo tomes a mal, ¿eh? —dijo con un tono juguetón, pero también sincero—. Solo… gracias por no rechazarme.
Five no respondió de inmediato, pero le devolvió una mirada que reflejaba complicidad. No lo entendía completamente, pero había algo en la manera en que Yang lo miraba que lo hacía sentir que, de alguna manera, todo estaba bien. Tal vez no era tan malo dejar que alguien más estuviera cerca.
A las primeras luces del día, Pyrrha se despertó temprano, como siempre, sin que la soledad de la academia la desanimara. La mayoría de los estudiantes aún dormían, pero ella, acostumbrada a madrugar, decidió aprovechar la quietud de la mañana para hacer una visita rápida a Five. Había algo en el aire que la inquietaba, algo que no terminaba de entender, pero que sentía que debía atender.
Se levantó con decisión, se alistó rápidamente y, sin hacer ruido, se dirigió hacia la habitación de Five. Al pasar por los pasillos solitarios, la calma de la academia le ofrecía una sensación de serenidad. Pero cuando llegó a la puerta de la habitación, se detuvo un momento. Algo en su interior le decía que algo había cambiado.
Con cuidado, empujó la puerta, que estaba apenas entreabierta, y se asomó dentro.
Lo que vio la dejó paralizada.
Yang estaba acostada, abrazando a Five mientras dormía, su rostro cercano al de él. El sol comenzaba a iluminar sus cuerpos, creando una escena casi idílica, pero algo dentro de Pyrrha no pudo evitar tensarse. Una punzada de celos se apoderó de su pecho, y sus ojos, usualmente tranquilos y confiados, se llenaron de una inquietud que nunca había sentido antes.
Pyrrha dio un paso atrás, insegura de cómo reaccionar. Pero luego, como si actuara por impulso, se acercó a la cama. Con cuidado y sin hacer ruido, movió a Yang ligeramente, deslizándola de manera sutil hacia un costado. Yang, aún medio dormida, se quejó, pero no abrió los ojos.
Y entonces, sin pensarlo demasiado, Pyrrha se metió en la cama junto a Five, rodeándolo con sus brazos, buscando la cercanía que tanto deseaba. La sensación de su cuerpo contra el de él le proporcionó un consuelo inmediato, pero también la llenó de una extraña incomodidad. Sin embargo, en ese momento, no podía evitarlo. Necesitaba estar allí. Necesitaba sentir que tenía un lugar en su vida, aunque fuera en ese pequeño y vulnerable instante.
Yang, al sentir el movimiento y darse cuenta de lo que estaba sucediendo, abrió los ojos y miró a Pyrrha con una mezcla de sorpresa y diversión. Su mirada no era hostil, sino más bien juguetona, como si lo entendiera todo sin palabras.
—Vaya, Pyrrha, ¿acaso hay competencia? —preguntó en voz baja, sin apartar la mirada de ella.
Pyrrha no contestó de inmediato. Sus ojos se encontraron con los de Yang, pero no pudo leer completamente la expresión de la otra chica. Algo le decía que no estaba del todo mal que estuviera allí, pero esa sensación de celos seguía oprimiéndola, como un nudo en su estómago.
Five, por su parte, despertó poco después, sintiendo el peso de las dos presencias a su alrededor. Miró primero a Yang, luego a Pyrrha, y su rostro reflejó una mezcla de sorpresa y confusión.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, su voz ronca de sueño, pero curiosamente serena.
Yang, con una sonrisa traviesa, se inclinó un poco hacia él.
—Nada que no puedas manejar, Five. Solo estamos haciéndonos compañía. ¿Qué opinas?
Pyrrha, aún abrazando a Five, no dijo nada. Solo observaba, esperando una respuesta, sabiendo que la situación que se había creado era todo menos sencilla.
El día avanzaba con lentitud en Beacon, mientras las tensiones subyacentes entre los estudiantes parecían ocultarse tras una fachada de rutina. En la habitación de Five, el ambiente estaba cargado de una energía diferente: la cercanía de Pyrrha, sus suaves susurros y gestos afectivos, creaban una atmósfera íntima que Five no había anticipado. Aunque la situación le resultaba extraña, no podía negar que el contacto con Pyrrha lo llenaba de una calma que había estado buscando, aunque no de esa manera.
Pyrrha, con el rostro contra el pecho de Five, disfrutaba de la sensación de estar tan cerca de él. Su mente daba vueltas entre la gratitud por ese pequeño momento de felicidad y la creciente inseguridad por la creciente cercanía de Yang. A pesar de que Yang había sido franca en sus intenciones, no podía evitar sentir que algo dentro de ella había cambiado desde esa noche. Y ahora, abrazando a Five, Pyrrha se sentía más segura que nunca de sus sentimientos, como si esos pequeños momentos de ternura fueran los que definían lo que realmente quería.
Con suavidad, Pyrrha comenzó a darle pequeños besos en el cuello de Five, como una forma de mostrarle cuánto lo apreciaba, aunque la duda aún la acechaba. Mientras sus labios rozaban su piel, sentía que el vínculo entre ellos se hacía más fuerte, más tangible, como si algo fuera a cambiar si solo se atrevía a seguir avanzando.
Sin embargo, el sonido del pergamino de comunicaciones interrumpió esos pensamientos y ese pequeño paraíso. El pergamino, que había quedado olvidado en la mesita de noche, comenzó a emitir un leve sonido, seguido de una vibración, lo que indicaba que alguien estaba llamando. Pyrrha se tensó ligeramente al oírlo, sabiendo perfectamente quién estaba al otro lado. Jaune.
Five, al escuchar el sonido, la miró desde su posición, con una leve sonrisa en los labios, pero también con una ligera frustacion en la mirada.
—¿Vas a contestar? —preguntó suavemente, mirando cómo el rostro de Pyrrha pasaba de la relajación a una expresión indecisa. Sabía que había algo más entre ellos, algo que Pyrrha no estaba dispuesta a compartir completamente con los demás, pero también entendía la necesidad de mantener la paz, de no complicar más las cosas.
Pyrrha, dudosa, miró el pergamino y luego a Five. Su pecho se apretó un poco. ¿Qué iba a decirle a Jaune? No quería darle más explicaciones sobre su relación con Five, especialmente porque ella misma no estaba segura de lo que estaba ocurriendo entre ellos. Aun así, sabía que no podía ignorarlo.
—Lo haré —dijo finalmente, su voz algo temblorosa mientras se alejaba un poco de Five, dándole espacio para poder responder la llamada. Pero antes de levantarse, le dio un leve beso en la mejilla, como si quisiera marcar un último momento de cercanía, antes de enfrentarse a lo inevitable.
Con una ligera exhalación, Pyrrha descolgó el pergamino, que emitió un suave "bip" antes de abrir la comunicación. En cuanto se conectó, la voz de Jaune resonó al otro lado, algo inquieta.
—Pyrrha, ¿dónde estás? He estado buscándote por toda la academia. Te estaba llamando —dijo Jaune, evidentemente preocupado, pero algo aliviado al escuchar su voz.
Pyrrha se mordió el labio inferior cuando sintió a five mover su mano por su vientre, mirando de reojo a Five, quien estaba recostado en la cama casi solto un gemido,el observándola con una expresión que mezclaba curiosidad y cierta incomodidad. Sabía que tenía que ser breve, que no podía darle detalles, no cuando estaba en ese momento con él.
Antes de que pudiera contestar, la atmósfera en la habitación cambió. Five, que aún estaba medio acostado, comenzó a moverse hacia ella, como si también quisiera asegurarse de que ella no estuviera sola en esa conversación. El momento era demasiado delicado, y no podía ignorar la conexión que compartían.
En ese momento, en la habitación se escuchó un suave sonido, un roce de labios y un leve gemido de Five al estirarse hacia ella. Pyrrha se tensó por un segundo, y al escuchar el ruido, Jaune preguntó sin poder ocultar un toque de confusión.
—¿Qué... qué está pasando ahí? ¿Estás... con alguien? —su tono cambió, notoriamente más preocupado y algo celoso, al no obtener una respuesta directa de Pyrrha.
Pyrrha, apretando los labios, sonrió nerviosamente. Sabía que no podía permitir que Jaune descubriera lo que realmente estaba pasando. Además, en ese momento, no quería preocuparse por las implicaciones de sus sentimientos. Aún no estaba lista para afrontar todo lo que eso podría significar.
—Estoy ocupada, Jaune —respondió, su tono firme pero también tenso—. No me molestes más. Ya te dije que estoy bien.
Jaune, al otro lado, pareció confundido, pero no insistió más. Solo se quedó en silencio durante un segundo. Los ruidos de besos suaves entre Pyrrha y Five eran claros al otro lado de la línea, lo que hizo que Jaune frunciera el ceño, sospechando algo más, aunque no sabía exactamente qué.
—Está bien, Pyrrha... solo quería asegurarme de que estuvieras bien. Nos vemos luego. —La llamada terminó de manera abrupta, dejándola sola con su pensamiento y, aún más, con la incógnita de si había hecho lo correcto al contestar.
Pyrrha dejó escapar un suspiro profundo y, con el pergamino apagado, volvió a mirar a Five. No se atrevió a decirle nada sobre la llamada, pero en su corazón sabía que las cosas estaban comenzando a cambiar, de una manera que ni ella ni nadie más podría controlar. El momento había llegado, y ya nada podría ser como antes.
Five, observándola, no dijo nada. Solo se levantó y la abrazó, sin palabras, dándole un respiro en medio de la confusión. La tensión estaba en el aire, pero por un momento, parecía que solo existían ellos dos mientras yang se había quedado dormida de nuevo.
La mañana en Beacon transcurrió con una calma inusual. Five y Pyrrha, después de compartir el tiempo junto a Yang, decidieron salir a la luz del día, aunque algo de esa tranquilidad parecía no encajar del todo. La presencia de Yang, que había sido tan cómoda al principio, ahora parecía estar impregnando todo de una tensión inconfesa. Five aún no sabía si su relación con ella debía ser considerada algo más allá de un momento compartido, pero en el fondo de su mente, algo le decía que su situación con la rubia era más complicada de lo que parecía. Sin embargo, dejó esos pensamientos de lado por un rato y se centró en lo que tenían por delante.
Junto a Pyrrha, los tres se dirigieron a sus respectivas clases. Yang, con su usual actitud relajada y casi juguetona, caminaba al frente, mientras Five y Pyrrha intercambiaban miradas cautelosas. Pyrrha, por su parte, intentaba mantener la compostura, aunque la atmósfera entre ella y Five se sentía más densa de lo normal. El día avanzaba con normalidad, pero la tensión que había comenzado a gestarse en la mañana aún no se disipaba.
Mientras tanto, en otra parte de Beacon, Jaune se encontraba solo en su habitación, mirando nerviosamente el pergamino que acababa de recibir. Su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y pavor al leer el mensaje. Era de su hermana Saprhon. En la carta, ella le informaba que iría de visita a Beacon en los próximos días.
"¡No, no, no!" Jaune exclamó en voz baja, su rostro empalideciendo. "¿Por qué tiene que venir ahora? ¿Qué voy a hacer?"
Saprhon era una de las pocas personas que conocía el secreto que Jaune había estado ocultando durante tanto tiempo. No solo su familia lo sabía, sino que Saprhon había sido la que había ayudado a Jaune a conseguir su lugar en Beacon... aunque de una manera menos que legal.
A lo largo de los meses, Jaune había ido acumulando secretos sobre cómo había llegado a Beacon, secretos que no podía permitir que nadie más descubriera. Había falsificado sus papeles de ingreso a la academia, utilizando contactos para asegurar que su entrada fuera aceptada. Si alguien se enteraba de esto, sería el fin de su carrera en Beacon y de toda su reputación.
Five había estado demasiado ocupado para notar los pequeños detalles hasta ahora, pero algo en su interior le decía que había algo extraño en el hecho de que él estuviera allí. ¿Por qué Jaune estaba en Beacon si no había pasado las pruebas adecuadas?
Esa idea rondaba en su mente cada vez que lo veía actuar de forma tan… fácil. Jaune se mostraba confiado, pero había algo que no encajaba. Ahora, mientras caminaba por los pasillos, Five no podía evitar sospechar que Jaune había tenido algo que ver con la pérdida de su propia entrada a Beacon, algo que le habia fastidiado durante dias cuando fue enviado a su misión.
"¿Será posible que Jaune haya hecho algo para sabotear mi entrada?" pensó Five, mientras caminaba junto a Pyrrha, mirando al frente, pero con la mente en otro lugar. "Esa entrada a Beacon no fue un accidente. Algo o alguien la hizo fallar, y Jaune parece ser el tipo de persona cobarde capaz de mentir."
Mientras tanto, en el aula, Jaune se encontraba inquieto, sabiendo que su secreto estaba a punto de salir a la luz. No podía soportar la idea de que Five, o peor aún, que algun profesor, descubrieran la verdad. ¿Qué haría si Five sabía lo que había hecho?
Posiblemente lo mate a golpes.
La situación se volvió aún más crítica cuando Pyrrha, al ver a Jaune en los pasillos, se acercó a él, hablando de manera casual para disimular la tensión.
"Jaune, ¿estás bien? Pareces un poco… nervioso."
Jaune intentó sonreír, pero su rostro mostraba una expresión tensa.
"Es solo… mi hermana viene de visita," dijo, buscando que su tono sonara despreocupado, pero no lo consiguió. "Estoy un poco… preocupado por cómo se va a tomar todo esto."
Pyrrha, con su habitual preocupación, fingiendo intentó darle una palabra de consuelo.
"Estoy segura de que todo saldrá bien. Jaune. Si necesitas algo, sabes que puedes contar conmigo." casi quiso escupir ante esas palabras,pero five le había pedido que actuara con normalidad.
Pero antes de que pudiera agregar más, la mirada de Five se cruzó con la de Jaune. Five, aunque mantuvo una expresión neutral, no pudo evitar notar que Jaune estaba actuando de manera extraña, mucho más nervioso de lo habitual.
"¿Todo bien, Jaune?" preguntó Five, sus ojos fijos en el joven, como si pudiera leer sus pensamientos. Ya podia sentir su mano ir a su bolsillo y tomar su daga.
Jaune, al ver la intensidad de la mirada de Five, se sintió aún más nervioso. Si Five comenzaba a sospechar algo, todo su mundo se desplomaría. ¿Y si él descubría la verdad? ¿Y si Pyrrha también lo sabía?
La tensión aumentó cuando Five dio un paso más cerca de Pyrrha, su expresión volviéndose más seria. Sin decir una palabra, tomó a Pyrrha del mentón, levantandola ligeramente, obligándola a mirarlo a los ojos.
"Pyrrha," dijo Five, su voz baja y firme. "Quiero saber la verdad. ¿Qué está pasando aquí? ¿Hay algo que estés ocultando?"
Pyrrha tragó con dificultad, sudando un poco. No sabía qué hacer. Necesitaba decir algo, pero lo que estaba a punto de admitir podía destruir todo.
En ese preciso momento, Pyrrha, al ver la presión de la situación, comenzó a ponerse nerviosa. Quería ayudar a Jaune, pero también sabía que la verdad tarde o temprano saldría a la luz, y si Five lo descubría, las cosas cambiarían para siempre. Pero su lealtad estaba dividida: quería proteger a Jaune, pero también a Five.
Finalmente, Pyrrha se acercó al rostro de Five, tocando su mejilla para llamar su atención. Sus ojos reflejaban la lucha interna por la que estaba pasando. Después de un momento de duda, suspiró profundamente.
"Five… hay algo que necesitas saber…" comenzó, mirando a Jaune de reojo, su rostro revelando lo que no quería admitir. "Jaune… él no… él no pasó las pruebas para estar en Beacon. Él falsificó sus papeles."
La confesión de Pyrrha dejó a Five en completo silencio. Sus ojos se abrieron de par en par, mientras el peso de las palabras de Pyrrha caía sobre él como una losa.
"¿Qué?" dijo Five, su tono frío y lleno de incredulidad. "¿Entonces todo esto ha sido una mentira?"
Bien ya tenia al bastardo de frente, cuando fue a la oficina de Ozpin el se nego a darle el nombre temiendo que tomara repercusiones.
Cuanta razón tenia al temer las repercusiones.
Pyrrha asintió, avergonzada, sabiendo que su confesión iba a cambiar todo. "Lo siento, Five. No sabía qué más hacer. Jaune me lo pidió, y no pude negarme. Pero ahora… ahora todo se ha complicado demasiado."
Five la miró, sus ojos fríos pero llenos de una mezcla de enojo y desilusión. "¿No me digas?" pensó, sintiendo que la paciencia se le acababa.
Los pasillos en Beacon parecían más fríos que nunca. El aire estaba cargado de una tensión palpable, una mezcla de ira, traición y confusión. Five, al escuchar la confesión de Pyrrha, sintió como si el mundo a su alrededor se hubiera detenido por un momento. Jaune, que había estado esperando una reacción menos explosiva de Five, se encontraba ahora completamente desbordado. El miedo que sentía era evidente en su rostro; no sabía cómo podría salir de esta situación.
"No… no es lo que piensas," intentó defenderse Jaune, levantando las manos en un gesto que pretendía ser tranquilizador, pero que solo sirvió para hacer que su nerviosismo se hiciera más evidente.
"No es lo que piensas, Five," repitió de nuevo, su voz temblorosa. "Lo hice por… por necesidad. No quería hacerte daño, realmente no lo quería. Pero lo necesitaba, ya sabes… había tantas cosas en juego…"
Five lo observaba con calma, casi como si estuviera escuchando la música más suave, pero sus ojos estaban llenos de un veneno silencioso. Jaune sabía que estaba al borde de perderlo todo, y las excusas que intentaba darle a Five sonaban patéticas y vacías, como si su boca estuviera diciendo las palabras solo por intentar salvar su pellejo.
Un cobarde no es menos cobarde por enmendar su error, solo por sentir culpa. Este bastardo al menos pudo haberle sacado provecho a su trampa y volverse el mejor estudiante en toda la academia.
Pero, en cambio, que hizo el idiota.
Ser una burla y el peor alumno jamás visto desde el idiota de cardin. No entrenaba como era debido, no estudiaba como era debido.
Para ser alguien que falsifico su entrada, el esfuerzo puesto para destacar era jodidamente pobre.
Finalmente, Five levantó la mano y lo hizo callar con una sola mirada. Su mirada era fría, implacable, y contenía una furia tan profunda que parecía capaz de consumir todo a su paso. El silencio entre ellos se volvió pesado, denso, hasta que finalmente, Five habló, y su voz estaba tan llena de calma que era aún más aterradora.
"Deja de mentir, escoria," dijo Five en un susurro tenso, pero firme. "No quiero escuchar más excusas. Tú no solo me quitaste mi lugar en Beacon. Tú jugaste con mi futuro." o como queria destrozarlo y arrojarlo a la cuna de judas.
Jaune tragó saliva, y su cuerpo comenzó a temblar ligeramente, sus manos intentando encontrar un punto de apoyo en el suelo. "Yo…" comenzó, pero Five no lo dejó continuar.
"Mi examen fue rechazado. Tuve que lidiar con múltiples agencias de la academia porque alguien había tomado mi lugar. Cada vez que trataba de luchar por mi entrada, tus trampas me hundían más y más. Y todo esto, Jaune, fue porque tú, como el cobarde que eres, tomaste lo que no te correspondía."
La furia en la voz de Five aumentó con cada palabra, cada frase que desvelaba las injusticias que había sufrido. Jaune, incapaz de responder, comenzó a sentir cómo la desesperación lo invadía. No podía mirar a Five directamente a los ojos; sus propios miedos se reflejaban en esa mirada intensa, que lo miraba con la furia contenida de alguien que había sido profundamente traicionado.
"¿Sabes lo que me hiciste?" continuó Five, su voz más baja pero aún llena de veneno. "Me robaste mi oportunidad, Jaune. Mi futuro. Y ahora, cuando todo lo que quiero es hacer que pagues por lo que hiciste, me sales con excusas. ¡No tienes idea de lo que has hecho!"Enterró a tantos cuerpos cuando hizo una limpieza de registro y búsqueda. Howard casi tiene su pellejo por eso. La regla había sido no interferir demasiado con el mundo
Jaune estaba al borde de las lágrimas, su rostro se desfiguraba por la angustia. La angustia de saber que su vida en Beacon, que todo lo que había intentado construir, se desmoronaba ante sus ojos, y todo por su propio egoísmo. Pero antes de que pudiera dar un paso más hacia la disculpa o hacer algo para calmar la furia de Five, algo lo detuvo.
Una figura se movió rápidamente entre ellos.
Pyrrha, visiblemente angustiada, intervino en ese momento. Su corazón se estaba partiendo por dentro al ver a ambos, a Five tan lleno de furia y dolor, y a Jaune tan destruido por la culpa que ahora era incapaz de manejar. "Five, por favor…" susurró, avanzando hasta quedar entre ellos, con los brazos extendidos como si quisiera proteger a ambos o impedir que five matara a jaune, aunque en ese momento, sus emociones estaban divididas.
Five la miró, sus ojos llenos de ira, pero Pyrrha, con una calma temblorosa, lo abrazó, rodeando su cintura con los brazos, tratando de calmarlo. "No lo hagas, Five… por favor, no lo hagas," susurró, su voz baja pero intensa. "Si dejas que esto se convierta en algo más, te prometo que te recompensaré más tarde. Pero solo… solo por mí. No por Jaune. No por él."
Bien se desquitaria mas tarde.
Las palabras de Pyrrha calaron hondo en Five. En ese instante, su furia parecía desvanecerse un poco, aunque aún estaba allí, reprimida y ardiente. Aun así, el toque de Pyrrha, su cercanía, su súplica, hizo que se detuviera. "Está bien…" dijo, su voz más suave, pero aún llena de frustración. "Solo recuerda esto, Jaune. No te olvidaré de lo que hiciste."
Con un solo paso atrás, Five cerró los ojos, y en ese mismo instante, un leve parpadeo de energía envolvió su cuerpo. Fue como si la gravedad misma se hubiera doblado a su alrededor, y en un abrir y cerrar de ojos, desapareció, dejando a Pyrrha y Jaune en la habitación, ahora completamente sola.
Jaune, al ver que Five había desaparecido, respiró profundamente y se derrumbó contra la pared, sus piernas temblorosas. No podía creer que realmente lo hubiera perdido todo. Estaba solo.
"Five…" murmuró con voz quebrada. "Lo siento…" Pero las palabras se sintieron vacías, como una disculpa que nunca podría reparar el daño hecho.
Pyrrha, con los ojos cerrados, dio un paso atrás, sintiendo una mezcla de dolor y alivio. Sabía que lo que había hecho no iba a quedar sin consecuencias. Pero también sabía que no podía hacer más por Jaune. Su lealtad hacia él ya se había agotado.
"Jaune…" dijo Pyrrha en voz baja, mientras se alejaba de él, sin mirarlo. "Nunca más volveré a defenderte. Lo que hiciste fue inexcusable, y aunque te haya ayudado antes, ya no puedo seguir protegiéndote. No después de esto."
Las palabras de Pyrrha cayeron como una losa sobre Jaune, y al mirarla, vio algo en sus ojos que jamás había visto antes: determinación. Pyrrha, después de todo, había dejado de ser la chica que siempre intentaba protegerlo. Ella había cambiado.
Jaune se quedó allí, sin poder hacer nada más que escuchar cómo se cerraba una puerta en su vida.