Las paredes de madera oscurecidas por el tiempo, la iluminación tenue que apenas rompía la penumbra, y un semicírculo de muebles viejos creaban una atmósfera sofocante en la sala. El hombre en juicio parpadeaba nerviosamente, tratando de calmar su respiración acelerada. Los ojos de los presentes lo miraban con incredulidad y preocupación.
—¿Dices que los infectados están evolucionando? —habló un juez, su voz reflejando la inquietud que sus palabras no podían esconder. El golpeteo de su pie contra el suelo resonaba en el silencio.
—Así es, además de la aparición de una banda —respondió Noah.
—Hemos tenido algunos avistamientos y problemas con ellos. Pero tenemos problemas más importantes.
—¿Qué problema es más importante que la aparición de estos infectados inteligentes?
—Mira a tu alrededor, Noah, tenemos soldados desmayándose en medio de sus guardias y entrenamientos. Hemos optado por un sistema capitalista porque no podemos dar comida a todos. Esta semana han muerto siete personas de hambruna. Ni siquiera podremos preocuparnos de los infectados si primero nos morimos de hambre.
El refugio de Monterrey quería hacer una alianza con nosotros, enviaron embajadores para arreglar los cabos sueltos. Pero nunca llegaron…
La pequeña pausa incomodó un poco a Noah. Si no iban a tratar su petición, ¿para qué lo habían citado?
—Te preguntarás por qué te hemos citado. Ellos nos piden explicaciones porque la última comunicación que tuvieron con ellos fue cerca de nuestro refugio… exigen una respuesta, o nos declararán la guerra. ¿Entiendes la magnitud de esta propuesta?
—Sí, pero aún no entiendo, ¿para qué me citaron?
—Tenemos una misión en conjunto con otros militares para ti. El refugio también tiene unas identificaciones primitivas; en teoría, estos embajadores deberían tener una con ellos. Debes encontrar los cadáveres de los embajadores, tomarles una foto y buscar a quién sacrificar.
—Está bien, ¿cuándo parto?
—En una hora. Dirígete a la zona militar, ahí te darán equipamiento. Puedes retirarte.
Noah tenía una mueca de disgusto. ¿Por qué no le informaron ayer? Este tipo de misiones son peligrosas y podría morir. Elizabeth ni siquiera sabría dónde está su cadáver.
«¿Qué clase de misión acepté? A mí no me importa este refugio… pero sí me preocupan los infectados inteligentes. Al menos me dieron mi pago de 500 balas».
Los pensamientos de Noah fueron interrumpidos tras casi caerse con un bache. La diferencia de ambientes era abrumadora: la especie de corte para reuniones tenía bandejas blancas de porcelana, poca, casi nula iluminación y un leve olor a limón. Pero al salir, las calles estaban pobremente cuidadas, había montones de basura y baches por doquier. El olor de las personas sin bañarse reinaba en el lugar, una mezcla entre suciedad, sudor y humedad que llegaba a su nariz.
Para suerte de los lugareños, las nubes de plomo cargadas de agua y jabón disminuirían el horrendo olor. El aroma a tierra mojada fue opacando a los demás olores. Mientras transitaba por las calles, notaba cómo las personas iban disminuyendo, hasta quedar como únicos transeúntes él y los soldados que cuidaban el refugio.
Había algunas personas vagabundas, vestían harapos y estaban acostados en el pavimento desgastado. Noah se acercó a darles algunas balas, como buena acción del día. Los puestos se habían esfumado en cuanto el olor de tierra mojada se presentó. Por lo que no le quedaba de otra más que ir a comprar suministros con los reyes del lugar.
Una tienda, cubierta por cuatro paredes y un techo de concreto, era el mayor proveedor del lugar. La renta era costosa, pero al ser el proveedor principal de suministros podía costear cualquier cosa. Al entrar, su nariz detectó olor a cigarrillo.
Las ofertas llamaban su atención: dos botellas de agua limpia por 40 balas. Era aún más caro de lo que había visto cuando vino anteriormente. Según los últimos informes, la producción de agua potable a las afueras había decaído por la falta de personal que defendiera las estaciones de recolección de agua subterránea de los infectados.
Una caja de 50 balas calibre .357 estaban a 150 balas. La alta demanda de esta munición y la escasez aumentaban de manera exorbitante el precio. Él no podría alcanzar a comprar lo demás. Una caja de 50 balas calibre .38 tenían un precio reducido, 80 balas. Sin más opción, compró las de menor potencia.
Casi se le sale el corazón, al ver el precio de una máscara de gas. 300 balas, la suya se había roto cuando un infectado lo golpeó mientras buscaba el recado en Monterrey. El precio total que gastó fueron 380 balas, pensaba comprar algo de comida extra, pero los enlatados costaban 30 por lata.
"grrr"
Un zombi en su estómago gimió por carne. Le quedaban 120 balas, podría ser su última misión, entonces, ¿por qué limitarse con el dinero? El hilo imaginario de un olor carnoso de un filete de vaca lo llevó hasta el restaurante local.
Las paredes estaban manchadas de negro, había humo negro por todas partes. Este era el famoso restaurante estrella de el refugio. Habían algunos militares comiendo, él se sentó cerca de algunos de ellos, y un rato después, lo atendió una señora ya vieja.
—40 balas un filete de vaca, 25 una taza de café negro.
«¿Qué le pasa a este refugio? No cabe duda que si no se ponen las pilas, pronto caerá.»
Mientras esperaba, la conversación de los militares le llamó la atención.
—Sé lo que dirás. Pero he estado pensando en salirme de la milicia, la paga es mala y es evidente que el refugio pronto se vendrá abajo. Para traer más dinero al hogar están obligando a mi hijo a trabajar de militar, tiene 15 años, maldita sea, no debería vivir esto.
—"Tienes que darlo todo por el refugio, somos los únicos que podemos protegerlo". Eso te hubiera dicho hace cinco años, cuando el refugio empezó. Supongo que es imposible un mundo como antes de la infección, incluso si nos alejamos de los infectados, y vamos a algún lugar nevado como Rusia. Incluso ahí, hay rumores de que una central nuclear cerca de San Petersburgo ha explotado, afectando gravemente a los sobrevivientes de Rusia.
—¿Cómo es posible?
—No lo sé, parece ser que algunos infectados usaron de refugio esa central nuclear, sin nadie que sepa manejar la central nuclear, ni el mantenimiento correcto para su funcionamiento. Todo indica a qué explotó o podría explotar.
—Ahora que lo dices, parece ser que algo similar va a ocurrir aquí en México, la central nuclear de Laguna Verde. Perdimos comunicación con Veracruz hace dos semanas. No sabemos qué pudo haber pasado, si un ataque de infectados, algún desastre natural, o simplemente un error en las máquinas. Podría ser que el refugio de Laguna Verde no haya podido canalizar más la energía de su central, por algún motivo.
Noah escuchaba atentamente la conversación, pero fue interrumpido por la señora, que trajo su comida. Aún comiendo, intentó prestar atención. Pero los militares dejaron el tema de lado, y hablaron sobre sus vidas. Está información era valiosa, él no estaba enterado de la presencia de una central nuclear en México.
Un olor carnoso y estimulante de la carne llegó a su nariz. Tenía algunas especias encima, pero realmente a él le daba igual mientras no arruinara la carne. El sabor exquisito de una comida que no sean frijoles enlatados invadió su paladar, estos placeres solo podían darse la gente que vivían en refugios, porque es muy difícil practicar la ganadería.
Se dio la tarea de disfrutar cada bocado. Sin embargo el hambre era voraz, en cuestión de alrededor de diez minutos, acabó su comida. Se encontraba extasiado, hacia mucho que no comía algo decente, su dieta eran comidas enlatadas y ocasionalmente, algunas frutas y verduras.
Pagó el precio, revisó su reloj de mano para saber si ya era hora. Faltaban siete minutos. El olor a tierra mojada era ya dominante, no había otro olor que no sea ese. Siguió con su camino hacia el área militar, en poco tiempo, divisó el portón negro abierto que daba la bienvenida.
Habían militares entrenando, eran de edades muy diferentes, podías ver a algunos chicos afortunados de 18 años, adultos jóvenes de 25 y gente ya mayor de 40. Algunos estaban descansando, otros estaban arreglando carros. ¿Con quiénes se tenía que juntar? No le habían dicho sobre los participantes de la misión.
Se quedó parado buscando quién podría ser de su equipo, un hombre corpulento se le acercó, el semblante enojado lo preparó por si tenían alguna queja con él.
—Buenos días, tú pareces ser Noah.— el señor le ofreció la gigante mano, Noah la estrechó, sintiendo una gran presión.—Soy Jorge. ¡Un gusto! Pronto partiremos, por el momento, puedes irte a equipar, llamaré a alguien para que te acompañe.— el señor terminó el saludo, y gritó a todo pulmón.—¡ALEXANDER, VEN AQUÍ!
No tardó en aparecer corriendo un adolescente calvo. No parecía tener más de 18 años, el señor le explicó la situación, y los dejó a ambos solos.
—Bueno, mi padre me ha dejado a cargo tuyo, un gusto, ya sabrás mi nombre, acompáñame, vamos a equiparte.
Alexander guió a Noah hacia un edificio. Era ancho, tenía dos pisos, presentaba algo de desgaste en sus paredes, tenía algunos cachos de hormigón desprendidos. Al entrar, Noah estornudó por el polvo presente. El interior era oscuro, apenas presentaba algo de luz, los focos alumbraban pobremente, lo suficiente como para que los militares pudieran distinguir el inventario.
Tras andar por el lugar, llegaron a una habitación en dónde había equipamiento.
—Disculpa el desorden, hemos estado faltos de personal, incluso me pusieron a trabajar. Elige lo que gustes. El chaleco y las botas son obligatorias.
En unas mesas desgastadas, había arsenal desparramado, no estaba organizado, habían algunas cucarachas en el lugar incluso. Algo le llamó la atención a Noah, un rifle. Lo agarró y examinó: un tubo era el cuerpo principal, en él estaba el mecanismo que hacía impulsar a la bala con pólvora. Una culata pobremente fabricada era un accesorio, en la parte delantera, había un cañón reciclado de armas ya inutilizables, tenía una especie de cuerda para que no se cayera en medio del enfrentamiento, un tubo en la parte inferior funcionaba como lugar en dónde se ponían los cartuchos, tenía un seguro en la parte trasera, Noah apretó el gatillo, el tacto era de baja calidad, era rígido y para nada sensible, tendría que apretar fuertemente el gatillo para disparar. Sin duda era resistente.
—Esa arma es popular, eficiente y fácil de fabricar. Es el arma principal del refugio. Será mejor que agarres algunos cartuchos.
Alexander señaló unas cajas, la munición eran pequeñas bolas de plomo, fabricadas con alguna máquina. Noah no tenía fe en esta arma, pero era lo mejor del revoltijo que estaba enfrente de él. Al ver el precio de las balas para su revólver, era mejor ocupar lo que le dieran, así no gastaría en munición.
Noah se puso el chaleco, y guardó como pudo los tubos con balas adentro que funcionaban como cartuchos. Procedió a ponerse las botas. Se sintió estúpido, cuando le dijeron que ahí le podrían dar una máscara de gas y algunos filtros, sin embargo, al ver el estado de las máscaras, se alegró de haberlas comprado por fuera.
Salieron del edificio, sintió el llanto de las nubes en su rostro. Eran pocas, pero pronto podrían aumentar y comenzar un torrente de agua. Respiró hondo, el aire cargado de humedad llenó sus pulmones. Al salir, vio dos camionetas policiales, tenían una especie de tela que cubría la parte trasera.
Él se acercó a ellas, algunas personas ya estaban esperando. Vio al conductor de una, era Jorge.
—¿Ya estás listo? Solo te esperamos a ti.
Noah asintió con la cabeza.
—Perfecto, irás atrás de nosotros, te explicaré rápidamente la formación: Somos ocho integrantes, iremos en dos carros, divididos en cuatro. Tú irás conmigo en la parte trasera de la camioneta. Un grupo investigará los alrededores del refugio, nosotros investigaremos la parte sureste. La misión es encontrar los cadáveres de los embajadores, recuperar sus identificaciones y encontrar la posible causa de muerte. ¿Alguna pregunta, Noah?
—No, ninguna.
—¿Seguro? Te veo algo inconforme.
—Me avisaron hoy, puede que muera y ni siquiera me voy a despedir de mis seres queridos.
—Ja, es duro. A Alexander le habían encargado esta misión, y como es la primera, decidí entrar con él para protegerlo. ¿Te imaginas si yo y Alexander, padre e hijo, morimos en esta misión? ¿Cómo se sentiría su madre? Será mejor que te esfuerces para no morir. No me gustaría comunicarle a tu familia que has muerto, ni decirle a mi esposa que uno de mis compañeros ha perecido.
—Tenía entendido que esta misión tendría a los mejores militares del refugio, sin ofender.
—Bueno, nos falta personal, incluso están obligando a todos los hombres a meterse al menos como protección del refugio. Pero no importa mucho. ¡Anímate! Es noviembre, pronto empezará a hacer frío y no nos preocuparemos por los infectados.
—Está bien, muchas gracias, trataré de no morir.
—Eres algo apático. Por tu apariencia, supongo que tienes 30; cuando inició la infección, tenías 15. ¡Vaya hombre que eres! Sobreviviste siendo un simple niño. Tienes mis respetos, seguro has pasado por mucho.
Las torrenciales gotas caían encima de Noah, cerrando el monólogo.
—Bueno, será mejor que empecemos pronto. La lluvia está apretando más fuerte.
Noah se retiró, la conversación lo dejó algo extraño. Era cierto, todo esto empezó cuando él tenía 15 años. ¿Pero se le podía decir que era un hombre, aún sobreviviendo de las peores formas posibles? Da igual que él piense en eso.
«Hacer las cosas que uno debe hacer. ¿A quién le importa si he matado a personas para sobrevivir?»
Se subió a la parte trasera, y al instante levantó la ceja. Su compañero transmitía un aura extraña. Al principio, sus sentidos se alertaron, pero luego fueron disminuyendo tras el surgimiento de curiosidad. Sus ropajes eran extraños, traía una gabardina con capucha negra junto al chaleco táctico, los pantalones, botas y casco. Una funda de pistola estaba en su cadera, y un rifle de palanca yacía en su espalda.
Se sentó a un costado, y la camioneta arrancó. Algunas gotas se filtraban por la tela, cayendo en Noah y molestándolo. Pronto divisó la entrada del refugio, las calles hacían saltar las camionetas de vez en cuando. Dio un respiro profundo, deseando lo mejor para esta misión, que no tuvieran que lidiar con los infectados.
El observaba a la camioneta que iba atrás de ellos, pero luego dio un giro en una de las calles. Noah consideraba que la mejor forma de completar una misión era estar todos en grupo, o hacerla en solitario. Los infectados son agresivos y ahora, pensantes, aprovecharán cualquier forma para devorarlos.
Sus dientes castañeaban, abrazó su rifle en un tonto intento de obtener calor corporal. La temperatura había bajado, y junto a la lluvia, cantaban una canción gélida para los militares. Cada gota absorbía el calor corporal. Pero el calor del entusiasmo de Noah opacaba todo frío, con tal ambiente, los infectados deberían estar en una especie de hibernación.
Tal era el frío, que Noah pensaba que estaba alucinando. Observaba algunas siluetas negras, en cuatro patas, caminando entre las calles, desapareciendo entre las penumbras. Él sentía algunas miradas encima de él, pero las ignoró. Era imposible que los infectados pudieran andar con la baja temperatura.
Ver continuamente la ciudad destruida, la ciudad en la que vivían tantas personas normalmente, sin preocuparse por morir diariamente, generaba que Noah se encogiera de hombros y pusiera una mirada perdida, observando a los gigantes grises, con sus órganos de metal y piel de hormigón caídos.
La noticia de que él estaba por cumplir 31 lo perseguía internamente por las noches. Hace 15 años, él pensaba que cuando tuviera 30 años, ya se habría casado. Tendría una casa de dos pisos y tres hijos, tendría una esposa increíble que lo amaría por toda su vida, que estaría feliz con su vida...
Pero cuando deja esos pensamientos y regresa a la realidad, se siente abrumado. Nada de lo que quería está cumplido. Ni siquiera pudo empezar su carrera de derecho penal. No puede presentarle a su madre su nuera, porque ella está muerta… y su padre, él ya había muerto años atrás, antes del eclipse.
Estos momentos de soledad y tranquilidad le permitían pensar sobre su vida, y era lo que más odiaba. Pensar que todo esto se fue al caño, que la humanidad está a punto de extinguirse, que ya ni siquiera tiene la certeza de vivir un día más. Tantas cosas que él deseaba hacer fueron arrebatadas por la infección.
Noah seguía lamentándose internamente, pero el carro se detuvo. Sin darse cuenta, habían llegado a su destino. Bajó rápidamente, el agua invadía su espacio personal infiltrándose por las botas, dio una exhalación, el aire estaba lleno de humedad, la lluvia se había intensificado.
Observó dónde habían parado. Un hotel, casi demolido, no tenía segundo piso, parte del techo y paredes de hormigón estaban desprendidos en el suelo. Había una camioneta estacionada que no era parte del grupo, y en la entrada, había algunos restos de líquido rojo en el suelo. Jorge hizo una seña, y el escuadrón entró.
El hotel brindaba un poco de calor a sus nuevos acompañantes. Era oscuro, tuvieron que prender sus luces. Noah sacó el seguro de su rifle. Había manchas de sangre reciente, escombros, y un cuerpo. Tenía sangre coagulada. Jorge se acercó al cadáver y lo examinó.
—Fue un disparo en la cabeza. Prosigamos.
Había un rastro de sangre que llevaba a los pasillos. El escuadrón continuó. El pasillo de las habitaciones estaba oscuro, sus linternas iluminaban pobremente el lugar. Algunas siluetas se visualizaban. Al alumbrarlas, se encontraban con cuerpos de infectados, algunos cuerpos con uniformes negros. Jorge se paró a examinarlos; solo encontró una caja de munición calibre 5,56.
Noah observó el temblor en las manos de Alexander, el rifle danzaba de manera casi imperceptible. Se le hizo extraño, hasta que recordó que él era un joven. Era su primera interacción con el mundo de afuera. Jorge estaba enfrente de él, protegiéndolo de cualquier cosa.
—Ey, Alexander, cambiemos de lugar.
Alexander se giró para verlo, casi con una mirada de agradecimiento eterno. Asintió la cabeza y se puso atrás de él. La caminata prosiguió, hasta que llegaron a la puerta donde terminaba el rastro de sangre. Jorge se detuvo, levantó la mano con el puño cerrado y apuntó a Noah, realizando un movimiento circular con su dedo.
Noah captó el mensaje, se acercó cuidadosamente y giró la perilla. La puerta estaba abierta, y no sonó ningún disparo. Jorge se adentró sigilosamente, levantó la mano con la palma hacia abajo, y realizó un movimiento descendente. Todos se adentraron en el pequeño cuarto.
Noah captó un olor fétido, un olor a hierro, a sangre. Alumbró con su linterna en busca del objetivo. Parecía ser que no lo encontró… Una mujer, desnuda en una cama, desmembrada, estaba boca abajo. Tenía un largo corte a lo largo de su espalda. Las costillas… Las costillas estaban salidas de la columna vertebral, formando unas alas grotescas de hueso.
Las extremidades faltantes estaban por todo el cuarto, incluida la ropa y una pequeña mochila. Alexander se tapó la boca, intentando no vomitar, pero cedió. El pistolero misterioso se acercó a la mochila, la examinó, y sacó una tarjeta. Por primera vez en el día, habló.
—Parece ser que este es parte de nuestro objetivo, pero faltan los demás.
Dijo mostrando la tarjeta. Una identificación primitiva, parecía estar hecha de plástico reciclado. "Sofía Jiménez Garza" estaba escrito con tinta negra. Tenía algunos datos como su nombre, edad, profesión. Algunas cosas estaban hechas con un grabado en el plástico, parecía ser un grabado de calor.
"Refugio 07 Monterrey" indicaba que en efecto, era una tarjeta de Monterrey. Habían encontrado el objetivo de la misión. Noah sacó una caja de metal, una cámara, construida pobremente con chatarra y el ingenio humano. Tenía una lentilla reutilizada de cámaras ya inutilizables. El diseño era más funcional que estético.
Presionó el botón superior de la cámara primitiva, el crimen humano que se había hecho fue grabado lentamente en una película, tras la cámara imprimiera la foto. Noah la guardó en un pequeño sobre para evitar que se moje o dañe.
—Bueno, creo que ya hemos acabado la misión.
Habló Noah, Jorge asintió. Alexander había volteado la cabeza en busca de dejar de observar tal escena.
—Hijo. ¿Estás bien?
—Sí, solo… ¿quién podría haber hecho esto?
—La banda del águila —dijo Noah, metiéndose en la conversación familiar.—Ellos usan esta técnica de tortura. La llaman, "el águila de sangre". De ahí el nombre de la banda.
—Bueno, será mejor que regresemos, ya encontramos una prueba de quién podría haber sido y qué le pasó.
Dijo Jorge. El escuadrón estaba dispuesto a regresar, pero un sonido en el exterior los alertó. Un ligero rugido de motor sonaba en la entrada del hotel.
—Quiten el seguro de sus armas, no es posible que sean nuestros compañeros, ellos están investigando en los alrededores. Por si acaso, usaré la identificación con linterna.
Jorge apuntó a la entrada del hotel, apagó y encendió su linterna tres veces. Un código entre militares del refugio. Hubo silencio, el soplido de una bala cortando el aire casi mata a Jorge, pasando por el lado de su cabeza.
—Mierda, son los compañeros de los muertos de la banda. ¡Alexander, Noah busquen una salida, nosotros los cubrimos!
El cuerpo de Alexander parpadeaba irregularmente, quitó el seguro de su rifle con dificultad. Noah fue directo a una ventana. Era una salida que daba a unas paredes, podían escalar y salir de ahí, esconderse en un edificio.
—¡Jorge, hay una salida por la ventana, podemos escalar el muro y refugiarnos en un edificio!
Jorge atendió a la idea de Noah, ordenando que todos empezaran a salir por la ventana. Alexander trataba de jalar a su padre para que se fueran, pero él se quedó en la entrada del cuarto. Asomó el cuerpo, y jaló el gatillo, el grito ahogado de uno de los bandidos sonó, insultos sonaron en la entrada del hotel.
—¡Papá, tenemos que irnos! Rápido.
—Vete, yo los cubriré, estaré bien.
—Pero…
—Adán, Noah, por favor llévense a mi hijo, mientras él esté bien, a mí nada me importa.
Adán agarró de los brazos a Alexander, él forcejeaba intentando zafarse del agarre. Noah lo agarró de los pies y lo metieron por la ventana.
—Noah, si salgo vivo, los veré en el antiguo Aurrera del norte.
—Está bien, sobrevive, Jorge, tu familia te necesita.
Jorge solo asintió y siguió disparando por la entrada. Cuando todos salieron, Jorge cerró la ventana, Alexander golpeaba la ventana en busca de su padre.
—Tu padre está salvándonos, cumple su petición y no hagas más difícil esto —dijo Adán.
—¿Por qué no se quedaron a ayudarlo? ¡Cobardes! ¿Ustedes son pistoleros experimentados, no? ¡Solo son unos cobardes!
—Escucha, los infectados cercanos vendrán buscando comida viva, alguien se tenía que sacrificar, ahora será mejor que empieces a escalar o te dejaremos aquí a morir.
Adán y Noah escalaron rápidamente el muro. Alexander sin más opción lo hizo con dificultad, empezaron a correr por las calles en medio de la lluvia torrencial. Un ligero resoplido del aire fue opacado por el trote de los infectados y sus gemidos ahogados. El monstruo de garras rojas corrió rápidamente, en la dirección contraria a ellos.
Noah sacó su rifle y le apuntó, pero fue sorprendido por la actitud del infectado. Corrió al lado de él. De pronto, 2, 3, 5, 10 infectados corrían ignorando al grupo. Era como si para una persona sedienta le dieran pan, los infectados corrían en dirección al hotel. El grupo sobreviviente seguía corriendo con todas sus fuerzas buscando alejarse de aquel lugar.
Una tienda parecía ser el lugar correcto para refugiarse, Noah intentó abrir la cerradura, sacando un clip de su mochila. Adán estaba haciendo guardia, y Alexander se había parado a descansar, daba grandes bocanadas de aire con la boca.
—Listo, entren con cuidado, tengan sus rifles sin seguro.
Dijo Noah, entrando de primeras, sostenía el rifle mientras se adentraba en la tienda. Prendió su linterna, encontrando una tienda vacía, lo único que la adornaba eran algunos sobres de comida expirada. Cerró rápidamente cuando todos habían entrado, y se derrumbó en el suelo.
—Mierda, corrimos alrededor de 3 kilómetros.
Adán se sentó en el suelo, Alexander lo hizo igual. El silencio reinaba en la tienda, ninguno de los habitantes temporales abría la boca más que para respirar pesadamente.
—Será mejor que des un informe de situación cuanto antes, Noah, así nos vendrán a rescatar.
Dijo Adán, Noah asintió, sacó una radio profesional, y intentó ponerse en contacto con la central del refugio. Sin éxito alguno.
—Creo que lo mejor es que nos acerquemos más al refugio, puede que la lluvia también esté interfiriendo.
Dijo Noah, Adán solo soltó un pequeño resoplido al aire, Alexander tenía la vista fijada en la pared. A Noah le inquietó esto, vaya, él era solo un niñato en este infierno en vida.
—Escucha, Alexander, lamento tu pérdida.
—Mi padre… no está muerto. ¡Él dijo que nos reuniéramos en el Aurrera!
Era el primer paso, la negación.
—Bueno, no podemos ir ahí, lo mejor es esperar a que la lluvia acabe y contactar con el refugio.
—No… ¡Ustedes deben llevarme ahí! Si quieren déjenme varado, pero necesito estar allí, sé que mi padre está vivo.
—Como quieras, no nos haremos responsables si tu madre nos reclama.
Agregó Adán, que tenía una mirada enojada visible en su rostro.
—Bueno, creo que ese Aurrera queda cerca de aquí, y también está más cerca del refugio, es mejor que quedarnos aquí, supongo.
El plan ya estaba siendo formulado. Noah sacó una botella de agua de su mochila, y le dio un trago. El agua estaba fría, calmó momentáneamente el pequeño tic que tenía en su ojo izquierdo. El silencio retomó la conversación, hasta que Adán lo rompió.
—Ya descansamos lo suficiente, lo mejor será seguir caminando.
Adán se levantó del suelo, y quitó el seguro de su arma. Los restantes siguieron su ejemplo, y cuando estuvieron listos, salieron de la tienda. Retomaron su camino hacia el Aurrera, continuaron por las calles devastadas con la lluvia siguiéndolos a todas partes.
Noah sentía ardor en la garganta, el frío penetraba la ropa entumeciendo sus piernas. Alexander iba atrás de ellos con todas sus fuerzas, tratando de no quedarse atrás, fallando en el intento y cayéndose.
Noah se dio cuenta, y intentó ayudarlo a reponerse. Cuando retomaron la carrera, Adán estaba a varios kilómetros en frente de ellos. Pero podían visualizar el Aurrera, corrieron con todas sus fuerzas tratando de alcanzarlo.
Cientos de autos estaban arrumbados en el área, autos ya inutilizables que eran considerados como chatarra. Había algunos cuerpos de personas en la entrada, sangre seca en las paredes grises por el polvo, se apresuraron rápidamente a entrar.
La oscuridad tentaba a Noah a salir corriendo de ahí. Incluso sus linternas eran consumidas por la oscuridad, iluminando pobremente el gran espacio de los interiores del supermercado. Algunos goteos incómodos ponían su piel de gallina, erizaban el pelaje de sus brazos que sostenían su rifle firmemente.
Cada giro entre estanterías lo sometían a sus más horrendos temores. Puede que salga un cazador en medio de las estanterías, o incluso algo peor, un humeante. Noah captaba murmullos imperceptibles, poco a poco, fueron intensificándose hasta ser oídos fácilmente.
—¿Escuchan… eso? —murmuró Noah, un confundido Adán le respondió.—Sí, estén alerta, estos infectados y sus jugarretas.
Conforme fueron avanzando, llegaron al centro del Aurrera. Alexander, perdido en la suave cama de sus pensamientos, chocó con su espalda ante el césar del movimiento de Alexander. Este solo lo apartó, y buscó con su linterna por sus alrededores. Cuando levantó su rifle, Alexander supo de lo que se trataba.
—¡Alto, no dispares, es mi padre!
Un muerto viviente estaba frente a ellos, se movía de manera lenta, tratando de coordinar sus pasos. Era una especie de imitación torpe del andar humano, estaba algo más flaco, más desnutrido. Casi no tenía pelaje, un bigote acompañaba su cara, esto llamó la atención de Noah.
—¡Alto ahí, Jorge! No lo repetiré una vez más, ¡detente!
Gritó Noah, quien tenía el dedo en el gatillo.
—¡Que crees que haces estúpido! Es mi padre, debemos ayudarlo.
Dijo Alexander que salió de la retaguardia de Noah, acercándose de manera cuidadosa.
—¡Alto ahí, Alexander!
Había solo un brazo de distancia entre padre e hijo. El resoplido de la bala cortando el aire retumbó en el oído de Alexander. El destino, el cráneo de Jorge. Un grito erradicó todo deseo de ayudarlo, salió del cuerpo del supuesto Jorge, moviéndose como si tuviera una convulsión, Alexander se alejó lo más rápido que pudo del cuerpo de su padre.
—¡Ese… ese no es mi padre!
Huesos machacados sonaban, el cuerpo de Jorge se contraía y expandía rompiendo cada uno de sus huesos, generando una melodía brutal. Las extremidades cambiaban de lugar de manera violenta, pero de pronto, se detuvo.
Noah se fue acercando cuidadosamente al cuerpo inmóvil. La carne putrefacta no se notaba a simple vista. O al menos eso creyó, porque casi caía en su engaño. El cuerpo salió corriendo con una aceleración tremenda, casi echando para atrás a Noah del espanto. El cuerpo se metió entre las profundidades moviéndose a cuatro patas, con la rareza de tener el torso mirando para arriba.
—¡Estúpido, por qué no lo remataste! —gritó Adán, que observaba el horror con el mismo asombro y temor de Noah.
Una persecución empezó siguiendo el rastro de sangre que había dejado la criatura. Los llevó a uno de los rincones, lugar en donde guardaban la carne. Cuerpos colgaban de ganchos en la pared, carne, carne seca de sangre, habían sido despojados de sus pieles, siendo arrancadas de manera imprecisa con marcas que parecían ser garras.
Seis, siete, ocho, eran los cadáveres que habían sido capturados y desollados vivos por quién sabe qué cosa. Sus rostros habían sido arrancados, dejando ver los músculos faciales. El rastro de sangre se detuvo, ante la pared.
Noah apuntó con la linterna, a la rareza que había dejado aquel charco de sangre. Una mujer con piel verde y putrefacta, tenía la barriga como un embarazada. Un hueco en el ojo derecho adornaba su rostro, era la criatura que se había hecho pasar por Jorge, estaba en una pose indefensa, mostrando los brazos con las palmas abiertas intentando proteger su rostro.
Noah disparó, disparó sin rechistar. Él había apretado el gatillo sin remordimientos. El cuerpo inerte de una mujer embarazada estaba recostado en la pared, con la sangre verde viscosa embarrada en el suelo del Aurrera.
Ninguno dio una palabra al respecto, Noah solo se dispuso a probar suerte con la radio.