Después del día emocionante que habían pasado explorando el pueblo, Wu You y Lóng Xuán despertaron con los primeros rayos del sol, llenos de energía y curiosidad. Aunque eran jóvenes, ambos sentían que había algo especial en este nuevo día. Mientras el aroma del desayuno llenaba el aire, los dos niños se dirigieron a la mesa donde Jian Zú y Ling Hua ya los esperaban.
—Buenos días, niños —dijo Jian Zú con una sonrisa serena, mientras servía té en pequeñas tazas de porcelana—. Hoy será un día importante para ustedes.
Wu You y Lóng Xuán intercambiaron miradas intrigadas.
—¿Por qué? —preguntó Lóng Xuán con la cabeza ligeramente inclinada.
Ling Hua dejó su taza en la mesa y, con un tono maternal, respondió:
—Porque comenzarán su aprendizaje formal. No solo aprenderán a leer y escribir, sino también los conceptos básicos de la magia.
Ambos niños quedaron en silencio por un momento, sorprendidos y emocionados al mismo tiempo.
—¿Magia? —preguntó Wu You, su voz llena de asombro—. ¿Cómo la magia de ustedes?
Jian Zú asintió, aunque su expresión se tornó un poco más seria.
—La magia no es un simple truco ni algo que se aprenda sin esfuerzo. Es un conocimiento profundo que requiere disciplina y responsabilidad. Para usarla correctamente, primero deben desarrollar una base sólida.
Zhi Rong y Mei, los fieles sirvientes de la familia, se acercaron en ese momento con bandejas llenas de comida. Mei, con una sonrisa cálida, colocó los platos frente a los niños.
—Tendrán que comer bien para tener energía —comentó Mei mientras les servía frutas frescas—. Aprender magia no es algo que se haga con el estómago vacío.
Zhi Rong, siempre más reservado, simplemente asintió, pero añadió con voz tranquila:
—Los maestros tienen razón. Aprender magia requiere paciencia y dedicación. Será un camino largo, pero muy gratificante.
Los niños comenzaron a comer, emocionados por lo que les esperaba. Jian Zú y Ling Hua aprovecharon el momento para explicarles más.
—Primero aprenderán a leer y escribir, porque las palabras son la base de toda magia —dijo Ling Hua con suavidad—. Cada hechizo comienza con una intención y, muchas veces, con palabras que canalizan esa intención.
Wu You, con un trozo de fruta en la mano, preguntó:
—¿Entonces si sabemos escribir, podremos hacer magia?
Jian Zú sonrió, mostrando un atisbo de orgullo por la curiosidad de su hijo.
—Es un paso importante, pero no es lo único. La magia también depende de la conexión con el mundo que los rodea. A medida que aprendan, entenderán por qué ambas cosas van de la mano.
Cuando terminaron de desayunar, Jian Zú se puso de pie.
—Vamos al patio —dijo—. Hoy empezaremos con la escritura.
Los niños lo siguieron emocionados, con Mei y Zhi Rong caminando detrás de ellos. El sol ya iluminaba el amplio patio, donde una mesa de madera había sido preparada con tinta, pinceles y pergaminos.
—Antes de empezar con la magia, deben dominar las palabras —explicó Jian Zú mientras señalaba los materiales—. Hoy aprenderán a escribir los caracteres básicos de nuestro idioma.
Mei se acercó a los niños y les entregó un pincel a cada uno.
—Tomen estos pinceles como si fueran extensiones de sus manos. No piensen demasiado, solo sientan el flujo natural —les aconsejó.
Wu You y Lóng Xuán tomaron los pinceles con entusiasmo, aunque al principio sus trazos eran torpes y desordenados. Ling Hua se acercó para guiarlos, colocando sus manos sobre las de los niños.
—No se preocupen por hacerlo perfecto al principio —les dijo con una sonrisa tranquilizadora—. La práctica hará que sus trazos sean firmes y fluidos.
A medida que avanzaba la mañana, los niños comenzaron a mejorar, aunque no sin algunos momentos de frustración. Mei se encargó de animarlos con palabras amables, mientras Zhi Rong observaba desde una esquina, interviniendo solo cuando era necesario.
Cuando el reloj marcó el mediodía, Ling Hua anunció que era hora de descansar y comer. En el comedor, los platos ya estaban listos, preparados con esmero por Mei y Zhi Rong.
—Han hecho un buen trabajo esta mañana —comentó Zhi Rong mientras servía sopa caliente en los tazones—. Pero lo que viene en la tarde será aún más interesante.
Los ojos de los niños se iluminaron al escuchar eso.
—¿Qué haremos? —preguntó Lóng Xuán, casi saltando de emoción.
Ling Hua le dirigió una mirada significativa a Jian Zú antes de responder:
—Conocerán los principios básicos de la magia. Nada complicado, pero suficiente para que comiencen a entender lo especial que es este arte.
Después del almuerzo, los niños siguieron a Ling Hua hacia un pequeño pabellón detrás de la casa. El lugar estaba rodeado de árboles y flores, creando un ambiente sereno. En el centro del pabellón había un círculo dibujado en el suelo, decorado con símbolos misteriosos.
—Este es un círculo de aprendizaje —explicó Ling Hua, señalando los símbolos—. Aquí pueden sentir la energía del entorno sin peligro.
Wu You y Lóng Xuán se acercaron, fascinados por los intrincados detalles del círculo.
—La magia no es algo que se pueda ver con los ojos —continuó Ling Hua—. Es una fuerza que fluye a través de todo lo que nos rodea: la tierra, el agua, el aire, incluso ustedes mismos.
Zhi Rong, que había permanecido en silencio, decidió intervenir en ese momento.
—Piensen en la magia como una conversación. Para usarla, primero deben aprender a escuchar.
—¿Escuchar? —preguntó Wu You, frunciendo el ceño—. ¿Escuchar qué?
—El mundo —respondió Mei con una sonrisa tranquila—. Todo lo que está a su alrededor tiene una voz, pero es muy sutil. Solo quienes están en sintonía con ella pueden escucharla.
Ling Hua asintió y les indicó que se sentaran dentro del círculo.
—Cierra los ojos y respira profundamente —les dijo—. No piensen en nada. Solo sientan.
Al principio, los niños no sabían qué hacer. Se sentían un poco torpes, pero lentamente comenzaron a relajarse. Mientras estaban sentados, el viento sopló suavemente a través del pabellón, llevando consigo el aroma de las flores.
—¿Lo sienten? —preguntó Ling Hua, su voz apenas un susurro.
Wu You abrió los ojos y asintió.
—Es como... algo moviéndose a nuestro alrededor.
Ling Hua sonrió, satisfecha con la respuesta.
—Ese es el primer paso. Reconocer que la magia está presente en todo momento.
La tarde pasó rápidamente, con Ling Hua guiándolos a través de ejercicios simples para conectar con la energía del entorno. Aunque los niños aún no podían usar magia, habían dado sus primeros pasos en el camino hacia un conocimiento más profundo.
Cuando el sol comenzó a ponerse, Jian Zú apareció en el pabellón para llevar a los niños de vuelta a la casa.
—Han hecho un gran trabajo hoy —les dijo—. Pero recuerden, esto es solo el comienzo.
Esa noche, mientras cenaban, Wu You y Lóng Xuán no dejaban de hablar sobre lo que habían aprendido. Aunque estaban exhaustos, también estaban emocionados por lo que les esperaba en los días venideros. Mei y Zhi Rong, siempre atentos, sonrieron al ver la energía de los niños.
—Si mantienen ese entusiasmo, llegarán lejos —comentó Zhi Rong mientras recogía los platos.
—Y no olviden que siempre estaremos aquí para ayudarlos —añadió Mei con suavidad.
Al final del día, cuando los niños se acostaron, sus mentes estaban llenas de sueños sobre lo que el futuro les deparaba. Aunque apenas habían comenzado su aprendizaje, ya sentían que estaban en un viaje extraordinario.