Las nubes se movían en el cielo vespertino, robando una porción del calor del sol.
Y encima de la muralla de la ciudad de Baymard, varios ojos espiaban pacientemente el camino por delante.
—Aleteo. Aleteo. Aleteo.
Una gran bandada de pájaros salió volando de los árboles, como para anunciar la llegada del enemigo.
El furioso mensajero, rápidamente se dio la vuelta y sus ojos se iluminaron.
Finalmente, sus salvadores estaban aquí.
Él se aseguraría, por supuesto, de que estos salvajes quedaran mal ante los ojos del Capitán Brody y el Capitán Titus.
—Capitanes... Capitanes... no van a creer cómo estos salvajes me trataron —el mensajero se lamentaba sin vergüenza alguna, mientras corría hacia ellos.
—Galope. Galope. Galope. Galope.
Los valerosos caballos avanzaban majestuosamente, mientras el viento inquieto revolvía sus cuerpos.
La suave tierra primaveral no era rival para sus pezuñas, pues avanzaban dejando únicamente profundas huellas de caballo en el suelo.
¿Eh?