En una sala a cierta distancia del teatro, Rwana estaba gimiendo y gritando como loca.
Las camas dentro de la sala tenían cortinas alrededor para la privacidad..., así como un taburete y una mesa de dormitorio junto a ellas.
La chica se veía débil, demacrada y exhausta.
Su cabello rubio estaba desordenado y áspero..., y sus labios tenían pequeñas manchas de sangre, de morderlos al intentar manejar el dolor que estaba experimentando.
—¿Quién diablos dijo que el parto era lo mejor del mundo?
Sentía que después de esta experiencia, tal vez nunca permitiría que su marido la tocara de nuevo... ¡sobre su cadáver!
Honestamente, se sentía como si alguien la estuviera apuñalando con cientos de cuchillos por todo el cuerpo..., especialmente la espalda.
Si su marido estuviera aquí, entonces estaba segura de que le daría un puñetazo fuerte y le diría lo que pensaba.
—¡¡¡Bastardo!!!