En las puertas de la ciudad, Obadiah y sus hombres acababan de llegar.
—Jefe, parece que su condición es más seria de lo que pensábamos —dijo Javis, mientras miraba con desdén a los hombres andrajosos que caminaban hacia ellos.
¿Eran eso incluso ropa?
Los 12 hombres llevaban ropa fina y sucia, con varios agujeros y parches.
¡Y sus zapatos, puaj!
Sus zapatos envueltos en fibra también tenían agujeros visibles.
De hecho, Obadiah y los hombres podían incluso ver algunos de sus dedos asomándose cuando se acercaban.
Su actitud entera, denotaba pobreza.
El polvo y la suciedad en sus rostros, los hacían parecer como si hubieran estado durmiendo en la naturaleza durante años.
Obadiah y sus hombres sonrieron, mientras observaban a estos salvajes desaliñados e indómitos.
Esta misión sería definitivamente un éxito.
De inmediato se bajaron de sus caballos y caminaron hacia los bárbaros.
—Caballeros, ¡estamos aquí para cambiar sus vidas para mejor! —dijo Obadiah.