Bian Yu y Bai Qi finalmente no se movieron.
Ciertamente no estaban dispuestos, pero ¿de qué serviría si lo hicieran? Si los dos no usaban técnicas secretas autodestructivas, no serían rival para Chu Hao aunque se unieran. El problema era que, incluso si usaran técnicas secretas, podrían no ser capaces de matar a Chu Hao.
El mejor plan era que uno de ellos usara una técnica secreta para retener a Chu Hao mientras el otro regresaba a su secta para traer a un superior para tratar con Chu Hao.
Pero, ¿quién iría?
El que se quedara no solo tendría que autodestruirse con la técnica secreta, sino que, más críticamente, ¿y si el otro solo traía al anciano de su secta y mataba a Chu Hao, luego lo mataba también? ¿A quién le reclamaría por la injusticia?
Pertenecían a diferentes condados y eran competidores. ¿Quién se atrevería a poner su vida en manos del otro?
Así, solo podían mirar cómo Chu Hao se alejaba cada vez más.
Después de un rato, ambos soltaron un ligero suspiro.
