Después de que Chu Hao montara el caballo, Guo Zhen emitió un leve grito, y los dos Caballos de Llama Ardiente salieron disparados como relámpagos, su velocidad asombrosamente rápida.
Esa era una velocidad que ningún Artista Marcial Pico del Octavo Nivel podría alcanzar.
Demasiado rápido.
Chu Hao se sentó en la espalda del caballo, el aire que venía hacia él lo cortaba como cuchillos, rozándole la piel dolorosamente, suficiente para revelar cuán rápidos eran los dos Caballos de Llama Ardiente.
—Maestro Guo, ¿a dónde vamos realmente? —preguntó de nuevo.
—Lo sabrás cuando lleguemos —respondió Guo Zhen.
Bueno, otra pregunta sin sentido.
Ambos hombres montaron los Caballos de Llama Ardiente a un ritmo vertiginoso, y estas bestias feroces no solo eran rápidas sino que también tenían una resistencia aterradora. Corrieron continuamente durante dos días y noches, solo parando algunas veces durante los descansos para que Chu Hao y Guo Zhen comieran.