El tiempo transcurría, segundo a segundo, y Chu Hao permanecía sentado, absorbiendo la Piedra Estelar.
No tenía ninguna prisa.
Pero la Facción Nativa estaba ansiosa, sus tres mejores generales atrapados bajo las nalgas de Chu Hao. Con cada segundo que pasaba, era como recibir otra bofetada en la cara, insoportable y dolorosa.
Ese mocoso era demasiado odioso. ¿Por qué no se sentaría en el suelo? ¿Por qué insistía en estar sentado encima de los tres hombres?
—Chu Hao, ¿ya terminaste? —preguntó alguien.
—¿Estás asustado y fingiendo que todavía estás descansando? —gritó otro.
—De nada te sirve tener miedo, hoy estás muerto pase lo que pase —amenazó un tercero.
La gente de la Facción Nativa comenzó a gritar, su ira aumentando a medida que el tiempo de espera se prolongaba.