—Tío Yu, voy a cazar bestias feroces. ¡Espera aquí! Pequeño Leopardo, ¡debes cuidar bien del Tío Yu! —dijo Chu Hao, armándose con la Espada Sombra Roja.
—Ao! —Pequeño Leopardo soltó un suave grito, como si estuviera de acuerdo.
—Joven maestro, eso es demasiado peligroso. ¡Deberías quedarte aquí también! —El Tío Yu no quería que Chu Hao se arriesgara.
—¡Cómo puede un hombre crecer sin desafiar la tormenta! No te preocupes, Tío Yu, sé lo que estoy haciendo y no voy a tirar mi vida por la borda —rió a carcajadas Chu Hao—. Estaba decidido a conseguir esa Píldora del Espíritu de Fuego.
Conociendo el carácter determinado de Chu Hao, el Tío Yu se dio cuenta de que una vez que su joven maestro se decidía, no lo cambiaría, así que sólo pudo asentir en acuerdo.
Chu Hao se giró y se fue.