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Chu Hao, que apareció ante Lei Fu y los otros dos, ahora lucía una armadura que centelleaba con una luz plateada. La Armadura Plateada tenía una textura maravillosa que fluía como un artefacto de primera calidad, emitiendo un lustre impresionante.
El yelmo de esta armadura se asemejaba a la boca abierta de un dragón, que encerraba ajustadamente la cabeza de Chu Hao, el rostro del dragón tan vívido como si hubiera resucitado de los Tiempos Antiguos, exudando suprema opresión.
Lei Fu y sus compañeros sentían como si sus almas divinas hubieran sido arrebatadas, sintiendo una debilidad que les hacía querer postrarse ante él, con sus piernas temblando suavemente.
Estaban enormemente conmocionados.