La mujer en el escenario, con una prenda de seda escarchada blanca como la nieve, tenía mangas anchas adornadas con un patrón rojo vívido y hechizante que recordaba a las nubes.
Su largo cabello plateado bailaba caóticamente al viento, su rostro impecable era asombrosamente hermoso y sus ojos plateados se asemejaban a un río sereno bajo la luz de la luna: frescos y profundos.
La mujer se acercó graciosamente, un creciente rojo intenso entre sus cejas, su belleza sobrenatural llevaba un aire de nobleza y orgullo desafiante. Su mirada tranquila y misteriosa no mostraba ondulación de emoción, como gemelos lagos de hielo eterno.
Llegó al centro del escenario e hizo una reverencia profunda para los únicos dos espectadores abajo. En ese instante, comenzó a sonar música tranquila.
La mujer de blanco, pivotando sobre su pie derecho, desplegó elegantemente sus mangas y comenzó a girar, cada vez más rápido, hasta que de repente parecía elevarse del suelo.