—Señor Chu, el convoy acaba de enviar la palabra. Los invitados han llegado a la intersección de la Calle Honghe; deberían estar en el Jardín Tianxiang en dos o tres minutos como máximo —dijo Zhan Bingxue con su teléfono en mano, acercándose rápidamente a él. Su expresión era ligeramente sombría y habló en un tono serio.
Al oír esto, Chu Mo salió de su ensimismamiento, tomó el café que tenía delante y dio un sorbo suave. El sabor amargo le ayudó a concentrar su atención de nuevo.
Después de respirar hondo, se levantó de su asiento en la esquina y, con una sonrisa en los labios, Chu Mo preguntó suavemente:
—¿Hay algo inapropiado en mi apariencia?
Zhan Bingxue cuya fortuna ascendía a ochocientos mil millones de RMB, examinó la vestimenta de Chu Mo muy seriamente. Al ver que cada cabello estaba especialmente peinado, sin un solo defecto visible en su persona, asintió con seriedad:
—Perfecto.