—Si todavía tienes alguna objeción, podemos comparar nuestra determinación ahora mismo —dijo Liang Bing mientras daba su primer paso hacia el Ferrari de colores brillantes, se acercó lentamente, abrió suavemente la puerta, pero no subió enseguida, en cambio inclinó ligeramente la cabeza.
—Señor Chu, ¿a dónde nos dirigimos ahora? —preguntó respetuosamente la mujer de ensueño con zapatos de tacón de aguja después de sentarse suavemente en el asiento del conductor, abrocharse el cinturón con calma y arrancar el coche.