—Una vez que la chica ciega fue llamada —una sonrisa tiró de los labios del Príncipe Daemon NorthSteed—. Se veía torcida, y partes iguales de anticipación se mezclaban con una tensión envejecida.
—La chica, quien era llamada Zina WolfKnight, se guiaba con su bastón hacia adelante —era una maravilla cómo se le borraba toda emoción del rostro—. Como un lienzo ciego, en vez de verse asustada, su comportamiento exigía que todos en la sala tuvieran miedo de ella en su lugar.
—Y quizás lo tenían, por su apariencia inquietante y cautivadora. Pero ellos pretendían no tener miedo mientras murmuraban entre sí.
—¿Los WolfKnights? ¿Quiénes son? El nombre suena familiar.
—Y la respuesta era:
—Una vez fue una gran manada que fue devastada durante la gran purga. Ahora, todo lo que queda de la manada son bestias que pretenden tomar su nombre.
—Zina lo escuchó todo, pero su ira no se avivó —como una cosa rígida... no, como un cordero camino al matadero, Zina rezaba para que cuando finalmente llegara la culpa, fuera lo suficientemente fuerte como para matarla.
—No había forma de que pudiera pretender vivir después de esto.
—O mejor aún, que el ritual de Mondem la encontrara indigna, y que el Agua de la Vida se llevara su vida —si ella muriera, suponía que su manada sería liberada ya que no tendría sentido seguir reteniéndolos.
—Los tambores sonaron de nuevo, y el ritual de Mondem comenzó.
—Un ritual para forzar una visión específica.
—Zina recordó cómo, en el caso de la primera mujer, la había asesinado por la sola razón de que era una vidente falsa —en el caso de la segunda mujer, la había sumergido completamente en la locura de ver visiones, y la vida de la mujer también fue arrebatada en la locura de todo.
—Zina se preguntaba, ¿cómo sería su historia? En todos los casos parecía que la muerte era la respuesta final...
—...Solo la muerte.
—Mientras reflexionaba sobre ello, con el sentimiento de soltarse y romper a bailar abrumándola, sus espectadores miraban con anticipación... porque por más que intentaran actuar como si detestaran la obra, estaban de hecho en vilo por la anticipación de ella.
—Como al ver una obra sangrienta llegar a su fin, la tensión en la sala era particularmente alta... tanto es así que incluso Zina podía saborearla.
—Del mismo modo en que saboreaba el Agua de la Vida en el momento en que el líquido insípido tocaba sus labios —si Zina esperaba que tuviera algún sabor único, sus expectativas eran en vano ya que el líquido era solo insípido... muy parecido al agua.
Excepto que, a diferencia del agua, el líquido le causaba una sensación extraña, como si estuviera flotando en el aire. Los espectadores la miraban con anticipación. Entonces el Rey Alfa se acercó cautelosamente a ella, sus ojos amarillos más amarillos por más de una razón.
El Rey Alfa posaba sus ojos cuadrados en la chica que era obviamente una aberrante. Sabiendo perfectamente que ella no podía sentir el poder de su lobo, todavía gruñía su intención de recibir la verdad, su voz transmitiendo la misma pregunta que ya había hecho dos veces esa noche.
—Dime niña, ¿quién pretende matarme? ¿Y quién pretende usurpar mi trono? —preguntó el Rey Alfa.
Zina estuvo quieta por un momento, no porque no pudiera hablar, sino porque la mentira estaba muy bien en la punta de sus labios, lista para ser contada.
La supuesta visión verdadera que el ritual de Mondem y el Agua de la Vida debían forzar de ella no se encontraban por ninguna parte. La única imagen que la asaltaba era la de Daemon joven sangrando ante un trono.
Y después de esa visión había una visión que su propia mente había conjurado por su cuenta para recordarle lo que estaba en juego...
...una imagen de su familia y manada de veinticuatro muriendo y sangrando mientras sus ojos muertos la miraban hacia arriba de una manera que la perseguiría para siempre.
Era hora de elegir el mal menor, Zina supuso. Y ahora, sabía lo que eso significaría para ella... y eso no era nada más que su propia perdición.
Hombros cuadrados, su cabello blanco fantasmal bailando alrededor de ella al ritmo de la ráfaga de viento frío que soplaba a través de las ventanas abiertas, Zina abrió sus labios,
—El tiempo del Lobo Ártico está cercano —dijo, confundiendo tanto a ella misma como a los invitados.
—¿Qué? —preguntó lentamente La Theta, mirando a la chica que sabía que vendría esa noche. La Theta supuso que debería estar feliz, si nadie pudo responder la pregunta del Alfa entonces podría ser capaz de retener su posición.
Pero también sabía en lo profundo de su ser que su situación era mucho más precaria que eso. La diosa de la luna también la había maldecido, y su muerte iba a suceder esa noche. No importa cuánto intentara safarse de ello, su destino estaba sellado.
Todo lo que podía hacer era mirar a esa chica que parecía ser el último rayo de esperanza en lo que podría significar la perdición para toda Vraga. Lo que la Joven Vidente diría esa noche y cómo lo diría decidiría el destino de muchas manadas de alto rango.
Zina por su parte estaba sorprendida de no estar muerta todavía. Había decidido comenzar hablando tonterías en un intento de probar su destino y sonar magnífica. Aunque no era exactamente tonterías ya que simplemente se estaba apoyando en lo que la vidente de mediana edad había dicho al Rey Alfa antes.
Podría decirse que estaba maldiciendo al Rey Alfa, pero en ese punto realmente no le importaba. El hombre se lo había buscado al desear la muerte de su hijo.
En la misma voz misteriosa y siniestra, Zina continuó, apuntando su bastón hacia el Rey Alfa que estaba directamente frente a ella, —El tiempo del Lobo Ártico llegará a su fin, y el DireWolf tomará su lugar —concluyó, confirmando las sospechas del Alfa.
El significado pretendido de sus palabras se volvió dolorosamente obvio a medida que pronunciaba las palabras. La Joven Vidente, a diferencia de sus predecesoras, le había dado un nombre al Rey Alfa. Y aunque era una respuesta, estaba formulada de una manera que era extremadamente insatisfactoria.
Después de todo, para quién si no para Daemon NorthSteed era la sangre del antiguo y extinto DireWolf?