Zhao Qin miró fijamente a Long Chen, solo para sentir un hormigueo adormecedor en su cuero cabelludo.
Este joven era verdaderamente aterrador hasta el extremo.
Se sentía como si estuviera ante él, totalmente expuesta, su alma completamente transparente.
—Tú... cierra los ojos, no me mires.
Zhao Qin no pudo evitar decirlo en voz alta, sus mejillas teñidas de color.
Long Chen soltó una ligera carcajada y dijo:
—Incluso si no te miro, aún puedo deducir tu pasado.
—¿Por qué sabes tanto?
Zhao Qin apretó fuertemente las manos.
—¿Entonces admites que lo que he deducido es completamente correcto? —preguntó Long Chen sonriendo.
—Ah, no, no, lo has entendido todo mal, completamente mal. No he hecho nada para consolarme —dijo Zhao Qin de inmediato.
—Bien, señorita, siéntase libre de hacer lo que desee y no bloquee mi vista del paisaje —dijo Long Chen con una ligera sonrisa.
—Lo mencioné antes, te invitaría a comer, vamos —dijo Zhao Qin suavemente.