Aproximadamente diez minutos después, la maestra de unos sesenta años, la Profesora Yao, finalmente terminó de alimentar al niño pequeño.
—Pequeño Wei, ¿por qué no sales a jugar con los otros niños? —La Profesora Yao habló con dulzura, y el niño llamado Pequeño Wei asintió algo mecánicamente y luego se fue.
—Profesora Yao, el niño parece bastante grande, ¿por qué todavía necesita... —Xiao Yaning preguntó con curiosidad, pero su frase fue interrumpida cuando Su Chen a su lado tiró de su brazo.
—No es nada, ese niño llamado Pequeño Wei fue abandonado, y aquí hay algo... —La Profesora Yao señaló su propia cabeza mientras hablaba.
—Lo siento, yo... —Xiao Yaning frotó sus manos juntas algo torpemente.
—No hay problema, no se hizo daño. Por favor, tome asiento —la Profesora Yao invitó, señalando hacia dos sillas muy gastadas en la oficina.
Aparte de la silla visiblemente inestable de la Profesora Yao, esas eran las únicas dos sillas que quedaban en la oficina.
