—Después de regresar a su habitación, Su Chen primero se quitó el abrigo, luego cuidadosamente despegó la camisa que llevaba debajo.
—Muchas áreas de la camisa estaban pegadas a su carne y sangre, por lo que tenía que moverse lentamente, aun así, el dolor todavía le hacía fruncir el ceño.
—Le tomó unos cinco o seis minutos quitarse la camisa, y cuando la miró, descubrió al menos cinco o seis parches brillantes de manchas de sangre.
—Al ver estas manchas de sangre, Su Chen no pudo evitar recordar la situación de aquel día; tuvo suerte de haber sido él, si hubiera sido cualquier otra persona, quizá ni siquiera hubieran sabido en qué se habían convertido después de la explosión.
—¡Era una bomba condensada!
—¡Su poder era quién sabe cuántas veces mayor que el de las bombas ordinarias!
—Aunque Su Chen había reaccionado, sus acciones inevitablemente fueron lentas porque tenía que salvar al Doctor Gaia.