—¡Yun'er, haz otra llamada!
—Pei Rou tiró de Tang Tang. Incapaz de soportar más el regaño de su madre, a Tang Tang no le quedó más remedio que marcar el número de Su Chen otra vez.
—Lo sentimos, el teléfono móvil al que ha llamado está apagado —la llamada conectó con una voz femenina suave pero algo robótica.
—Todavía apagado —Tang Tang lanzó su teléfono sobre la mesa de centro—. Al mismo tiempo, no pudo evitar maldecir internamente—este tipo definitivamente debe estar haciendo algo malo; de lo contrario, ¿por qué alguien apagaría su teléfono hoy en día?
En su opinión, incluso si alguien estaba en una reunión, como mucho pondrían su teléfono en silencio o vibración. Pensando esto, Tang Tang empezó inexplicablemente a sentirse bastante molesta.
—Este niño, ¿por qué sigue teniendo su teléfono apagado? —Pei Rou, frunciendo el ceño, murmuró para sí misma—. ¡Incluso compré sus platos favoritos especialmente!
