Yang Xiaotian lanzó a Cheng Sheng por los aires con un puñetazo, como si hubiera hecho algo trivial.
Giró su cabeza para mirar a Deng Yichun —Tu turno.
El color se drenó del rostro de Deng Yichun, la misma persona que acababa de acusar a Yang Xiaotian de estar loco.
Ni siquiera se dio cuenta de que, en su terror, instintivamente retrocedió unos pasos.
Observando cómo Deng Yichun se retiraba, Yang Xiaotian caminaba hacia él.
Sin embargo, Deng Yichun continuaba retrocediendo.
Finalmente, chocó contra un enorme peñasco detrás de él y se dio cuenta de que no tenía a dónde retirarse.
Sintiendo las miradas de la gente a su alrededor, Deng Yichun sintió una vergüenza que lo consumía y, con un rugido furioso, la luz de su cuerpo se intensificó mientras un gigantesco martillo se materializaba detrás de él.
El martillo estaba entrelazado con vientos huracanados.
