Mientras las nubes púrpuras y turbulentas pintaban el cielo nocturno con un tono ominoso, el Supremo Lanza Mago se encontraba junto a la ventana de la torre de la Asociación de Magos, su mirada fija en el espectáculo del cielo retumbante.
Mientras observaba el cielo, el Magus de la Lanza golpeó una pared vidriosa. Un sonido resonante repercutió a través de la torre. Momentos después, un anciano, jadeante y ansioso, llegó y se arrodilló fuera de la puerta.
—Supremo —saludó el anciano, su voz temblava de respeto.
El Supremo Lanza Mago dirigió su mirada firme hacia el anciano. Tras una breve pausa, habló con tono imperativo:
—Descubre la identidad del individuo que vive en el castillo mágico lujoso al este de nuestra torre. Recuerda, no alertes a nadie.
El anciano hizo una profunda reverencia, su frente casi tocando el suelo. —Como usted ordene, Supremo —respondió, y luego se apresuró a cumplir la orden.