—El príncipe no está muerto —de repente, una mujer vestida de criada gritó en voz alta.
De inmediato, miles de mujeres que estaban de luto se levantaron y se apresuraron hacia Kent.
—Mi hijo... déjame ver a mi hijo... —la reina gritó con tono lloroso mientras se apuraba hacia el cuerpo que yacía en una plataforma elevada. Los sirvientes rápidamente abrieron paso a la reina y comenzaron a controlar a la multitud que se acercaba.
La dama que gritó primero comenzó a quitar las cosas colocadas debajo de la plataforma elevada como un ritual de luto. Los rostros de todos estaban llenos de lágrimas felices.
—Cariño, ¿puedes verme? Por favor, háblame —la hermosa dama, con un sari rojo cayendo sobre su cabeza, se aferró fuertemente a la ropa de Kent.
—¿Dónde diablos estoy? —Kent pronunció en tono desconcertado mientras intentaba levantarse de la cama de Piedra de Fuego, que se usa para cremar cuerpos.
