Mientras el sol guardián se difuminaba en el cielo lejano, Kent decidió partir hacia la secta. Terminando el dulce vino, se levantó de la mesa, la cual estaba rodeada de mujeres ancianas.
—Joven amo Kent, ¿por qué no pasa un poco más de tiempo? Pediré a mis sirvientes que preparen una deliciosa comida para usted —dama Xia solicitó mientras sostenía el brazo de Kent.
—Lo siento, señorita Xia, necesito irme —Kent respondió con una sonrisa.
Con una mirada de anhelo, Dama Xia soltó su brazo. —Al menos acepte este pequeño regalo de mi parte —dama Xia sacó una bolsa de cuero que contenía piedras espirituales.
Pronto, una por una, las damas comenzaron a ofrecer miles de piedras espirituales a Kent. Aunque Kent intentaba negarse, las damas forzosamente colocaron todas las bolsas de cuero en la mano de Kent.