En lo profundo del resplandeciente tesoro subterráneo de la Secta del Sol Eterno, el Maestro del Pico Porus se encontraba ante el Globo Dorado. Con mano experta, añadió piedras espirituales a las intrincadas ranuras, cada una brillando con energía etérea.
A su lado, Kent observaba con anticipación, sus ojos fijos en el globo. Por gesto de Porus, Kent avanzó y colocó su dedo en la ranura superior del globo. Al instante, su dedo se hundió en la superficie, bloqueándose firmemente como si fuera atraído por alguna fuerza invisible. Un momento después, la energía aura comenzó a ser succionada del dedo de Kent, haciendo que frunciera el ceño en concentración.