—Maestro, ¿realmente el joven Kent puede manejar ese gran caldero? —preguntó Lambu mientras lamía sus raciones secas.
—¿Por qué haces preguntas tan absurdas? La sangre de la familia Clark corre dentro de él. El espíritu del caldero obedecerá su mando —respondió Mohini sin apartar la mirada de Kent, que está meditando en el gran peñasco de las montañas púrpuras.
—Pero es muy nuevo en la elaboración de pociones. ¿Realmente puede manejar la temperatura? Incluso tú tardaste mucho tiempo en aprender el control del fuego en calderos de tamaño rey —preguntó Lambu con una mirada pensativa.
Pero en el siguiente segundo, un peso pesado cayó sobre su espalda. Dándose cuenta de su lengua suelta, Lambu se disculpó apresuradamente en un tono suplicante.
—Lo siento... Lo siento, maestro. Tengo un cerebro de barro. Olvidé cuán talentoso eres. Eres el mejor de entre todos. Por favor, perdóname esta vez —exclamó Lambu mientras agarraba su ración seca.
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