En el jardín trasero de la familia Chen, cerca del tranquilo estanque rocoso, se desarrollaba una escena sombría mientras dieciocho sirvientes se arrodillaban ante el patriarca, su hijo Zi Chen y su hermano menor Baldie Chen estaban parados con la cabeza inclinada en señal de vergüenza.
—¿Por qué han traído a esas 18 chicas aquí? —retumbó el patriarca, su voz rezumando de furia—. Les ordené que las confinaran en las cámaras oscuras subterráneas. ¿Se dan cuenta de las consecuencias de sus actos? ¿Quién las liberó?
Koti, con el rostro sangrante, se atrevió a hablar. —Maestro Chen, un joven me atacó en la oscuridad. Intenté defenderme, pero él me sobrepasó en fuerza. Incluso logré herirlo con mi daga venenosa. Debería estar muerto para ahora. Por favor, concédenos otra oportunidad. Lo capturaremos y extraeremos la información sobre el paradero de las chicas mediante la tortura.
