—¡Vámonos! —dijo Shi Hao, dirigiéndose hacia la Mansión Shi.
Los que llevaban los ataúdes estaban a punto de llorar.
Esta era la Mansión Shi, una de las cuatro grandes familias de la Capital Imperial, una fuerza aterradora solo superada por la Familia Real. Enviar ataúdes a la Familia Shi seguramente los enfurecería al extremo.
¿No era esto una sentencia de muerte para ellos?
Sin embargo, habiendo sido testigos de la ferocidad de ese hombre gordo, ¿cómo se atrevían a desobedecer?
¿No tenían miedo de la ira del hombre gordo?
Lo que no sabían era que Shi Hao no era una persona que matara indiscriminadamente. Si abandonaban los ataúdes y huían ahora, lo más probable es que Shi Hao simplemente se riera de la situación y no los persiguiera.
Sintiéndose impotentes, solo pudieron llevar los ataúdes al interior de la Mansión Shi con aprensión en sus corazones.
