Era una tarde tranquila en el vasto palacio imperial. Ellian, con su espíritu explorador, decidió aventurarse más allá de los pasillos que conocía. Caminaba con pasos silenciosos, sus ojos carmesí brillando con curiosidad. Sin embargo, su tranquilidad fue interrumpida cuando escuchó una suave risa resonar en uno de los salones cercanos.
Intrigado, siguió el sonido hasta llegar a una sala iluminada por los rayos del sol que se filtraban a través de grandes ventanales. En el centro, había un joven de cabello rojizo, similar al del emperador Damián, pero con tonos ligeramente más oscuros y un brillo natural que destacaba bajo la luz. Sus ojos color chocolate profundo observaban un libro en sus manos mientras sonreía con una confianza que parecía innata.
El joven levantó la vista al sentir la presencia de Ellian. Su mirada cálida se encontró con los ojos carmesí del pequeño, y una leve sonrisa se dibujó en sus labios.
—Bueno, bueno, ¿a quién tenemos aquí? —dijo con una voz suave, pero cargada de intención.
Ellian, siempre cauteloso, lo observó sin acercarse demasiado. Algo en la postura del muchacho lo hacía sentir alerta, aunque no podía identificar exactamente qué era.
—¿Eres Ellian? —preguntó Magnus, dejando el libro a un lado y poniéndose de pie con elegancia.
—He oído hablar mucho de ti
Ellian no respondió de inmediato. En lugar de eso, dio un pequeño paso atrás, sus ojos escaneando al joven frente a él.
—Soy Magnus, el segundo príncipe del imperio —continuó, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto que parecía amistoso, pero tenía un aire calculado
—Y tú, si no me equivoco, eres el hijo del Archiduque Adam. Siempre quise conocerte.
Ellian frunció ligeramente el ceño. No entendía por qué este extraño príncipe parecía tan interesado en él. Pero decidió seguir el juego, al menos por ahora.
—¿Por qué quieres conocerme? —preguntó con una voz suave pero firme.
Magnus sonrió, sus ojos brillando con un destello de diversión.
—Porque creo que tú y yo podemos ser grandes amigos. Después de todo, somos familia, ¿no es así? Además, siempre es bueno tener aliados en este mundo tan complicado.
Ellian lo miró fijamente, tratando de descifrar las verdaderas intenciones detrás de aquella sonrisa. Dentro de su mente, una voz mecánica y precisa interrumpió sus pensamientos.
["Interacción detectada: Magnus Zuream. Evaluando intenciones… Nivel de riesgo moderado. Alerta: Posibles objetivos ocultos."]
El pequeño, con su expresión aparentemente inocente, levantó una ceja mientras inclinaba ligeramente la cabeza. Quería aparentar interés, aunque la desconfianza comenzaba a formarse en su interior.
—¿Aliados? —repitió Ellian con tono calmado, pero calculador, dejando que su voz infantil ocultara la inteligencia detrás de sus palabras
—No creo necesitarte.
La sonrisa de Magnus se mantuvo, pero sus ojos chocolate brillaron con un destello de intriga. A pesar de la edad de Ellian, Magnus podía intuir que el niño no era tan simple como aparentaba.
—Quizás no ahora, pero algún día te darás cuenta de que en este mundo es mejor tener aliados fuertes que enfrentar las cosas solo —respondió Magnus con un tono persuasivo, inclinándose ligeramente hacia el niño.
Ellian lo observó, inmóvil, dejando que el silencio se alargara entre ellos. Finalmente, respondió con un leve encogimiento de hombros.
—Prefiero rodearme de personas en quienes pueda confiar —dijo, su voz suave pero cargada de significado
- No solo de quienes buscan algo a cambio.
La sonrisa de Magnus titubeó por un breve instante, pero rápidamente la recuperó. Dio un paso atrás y se inclinó ligeramente, como si aceptara el desafío implícito en las palabras de Ellian.
—Un chico muy sabio para su edad. Me sorprendes —dijo, con una risa ligera que no llegaba a sus ojos—Pero recuerda primo, en esta familia todos necesitamos algo de alguien. Tal vez pronto descubras que yo también puedo ser útil.
Ellian mantuvo su mirada fija en Magnus, sin responder. En su mente, el sistema emitió una nueva alerta.
["Nivel de riesgo actualizado: Alto. Recomendación: Mantener distancia y observar comportamientos futuros."]
El niño no necesitaba del sistema para confirmar lo que ya sospechaba. Magnus tenía una agenda, y él no iba a caer en su juego.
Antes de que Magnus pudiera decir algo más, la figura de Noah apareció en la entrada del pasillo. Con su mirada fría y protectora, observó la escena. Sin decir nada, Noah caminó hacia Ellian y colocó una mano firme en su hombro.
—Es hora de volver, Ellian. Madre te está buscando —dijo Noah, ignorando deliberadamente la presencia de Magnus.
Magnus alzó una ceja, pero no dijo nada. Simplemente sonrió y dio un paso atrás.
—Por supuesto, no quiero interrumpir sus asuntos familiares. Nos veremos pronto, pequeño primo —dijo, inclinando la cabeza ligeramente.
Mientras Noah guiaba a Ellian por el pasillo, el pequeño miró hacia atrás una última vez, observando a Magnus. En su mente, solo una frase resonaba con fuerza:
"No confío en ti."
El siguiente día, mientras Ellian caminaba por los pasillos del palacio, nuevamente en su intento de explorar más rincones de su temporal hogar, una voz familiar lo detuvo.
—¡Ellian! —Magnus apareció desde una esquina, cargando una pequeña caja de terciopelo rojo, con una sonrisa que parecía demasiado amplia para ser sincera.
Ellian lo observó detenidamente, como si intentara descifrar su presencia. El sistema activó una alerta silenciosa en su mente.
["Interacción detectada: Magnus Zuream. Nivel de riesgo: Consistente. Evaluando patrones de comportamiento."]
Magnus se acercó con calma y se arrodilló frente a Ellian, mostrando el contenido de la caja: un delicado broche de oro con una gema azul en forma de lágrima.
—Esto es para ti, primo. Me pareció que te gustaría —dijo con tono amable, colocando el broche en las pequeñas manos de Ellian.
El pequeño lo tomó con cuidado, pero no dijo nada. Su mirada fija en el broche y luego en Magnus lo decía todo: sospecha. Sin embargo, Ellian decidió jugar el mismo juego.
—Es bonito —dijo con un tono neutro, intentando no revelar mucho.
Magnus soltó una risa ligera y se puso de pie.
—Solo quiero ser tu amigo, Ellian. Después de todo, somos familia, ¿no? —dijo mientras le daba una palmada suave en el hombro.
Ellian lo observó, pero no respondió. En su mente, evaluaba las intenciones detrás de cada palabra de Magnus.
Más tarde, durante el almuerzo en los jardines, Magnus apareció nuevamente, esta vez cargando una caja aún más grande, llena de dulces exquisitos. Se acercó a la mesa donde Ellian estaba sentado con Rose y Noah.
—Primo Ellian, pensé que te gustaría probar estos dulces. Son los mejores del imperio, traídos directamente de las tierras del sur —dijo Magnus con una sonrisa amigable, mientras colocaba la caja sobre la mesa.
Rose y Noah intercambiaron miradas, ambos completamente conscientes de las intenciones de Magnus. Rose, con su elegancia habitual, se inclinó ligeramente hacia adelante.
—Príncipe Magnus, es muy amable de tu parte, pero me temo que Ellian ya ha comido suficiente por hoy. Quizás puedas llevar los dulces contigo y compartirlos en otro momento —dijo Rose con un tono cortés, pero firme.
Magnus mostró una sonrisa algo tensa, pero rápidamente recuperó su compostura.
—Por supuesto, Lady Rose. No quería interrumpir —dijo mientras se inclinaba ligeramente y luego se dirigía a Ellian
— Pero recuerda, primo, cuando quieras algo, solo tienes que pedírmelo.
Ellian lo miró fijamente, su expresión seria para un niño de su edad.
—Gracias, primo Magnus. Lo tendré en cuenta —respondió con calma, pero en su mente solo resonaba una sola frase:
"No me engañas."
Magnus se marchó, pero Ellian sabía que no sería la última vez que lo vería ese día.
En los días siguientes, las "coincidencias" se volvieron aún más frecuentes. Magnus parecía aparecer en cada rincón que Ellian visitaba: en la biblioteca, en los jardines, incluso cerca de los aposentos privados de la familia Kafgert. Siempre con un regalo o una excusa para acercarse.
Ellian, aunque fastidiado, decidió no mostrar rechazo directo. Sabía que Magnus no era alguien que se rindiera fácilmente, y mientras tanto, podría aprender más de sus intenciones si lo dejaba actuar. Pero, en el fondo, su desconfianza crecía con cada gesto amable y cada palabra cálida.
En su mente, el sistema continuaba evaluando:
["Magnus Zuream. Objetivo: ganar favor. Riesgo: elevado. Recomendación: mantener distancia estratégica mientras se recopila más información."]
Ellian, con su mente más madura de lo que su apariencia dejaba ver, pensó: "No necesito que el sistema me lo diga. Este juego apenas comienza."
Desde la perspectiva de Magnus, las cosas no iban como había planeado. El pequeño Ellian, aunque joven, parecía más difícil de convencer de lo que inicialmente había pensado. Cada regalo, cada palabra amable y cada "coincidencia" cuidadosamente planeada había sido recibida con una frialdad desconcertante. Pero Magnus no era alguien que se rindiera fácilmente.
En su habitación, sentado frente a un escritorio adornado con pergaminos y mapas, Magnus tamborileaba los dedos contra la madera. Su expresión, normalmente despreocupada, estaba marcada por una ligera frustración. Frente a él, un retrato de su padre, el emperador Damián, lo observaba con esos mismos ojos fríos que tantas veces lo habían juzgado.
"Ellian es solo un niño," pensó Magnus, sus ojos oscuros brillando con determinación. "¿Por qué es tan difícil convencerlo? Tal vez porque no es como cualquier otro niño. No importa. Esto es solo un pequeño obstáculo en mi plan."
Magnus sabía que Ellian era la clave. Si lograba ganarse su confianza, su tío Adam, el hombre más leal e influyente del imperio después del propio emperador, no podría ignorarlo. Adam era un muro impenetrable cuando se trataba de apoyar al emperador Damián, pero Magnus estaba seguro de que su relación con Ellian podría inclinar la balanza.
"Si tengo a Ellian de mi lado, Adam también lo estará. Y si Adam me apoya, mi padre tendrá que considerarme seriamente como su sucesor. Incluso Darius no podrá competir contra eso."
Magnus apretó los puños, recordando las palabras de su padre en un consejo reciente. El emperador había elogiado a Darius, calificándolo como el príncipe ideal: calmado, inteligente y controlado. Magnus, en cambio, siempre había sido visto como el más impulsivo, el que carecía de la disciplina necesaria para gobernar.
"Impulsivo, dicen," pensó con amargura. "No tienen idea de cuánto he planeado esto. Si quieren disciplina, se las mostraré. Mi camino al trono no será por la fuerza, sino por la estrategia."
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Más tarde, mientras caminaba por los jardines, Magnus reflexionaba sobre su siguiente movimiento. Había observado a Ellian detenidamente en los últimos días, notando pequeños detalles en su comportamiento. El niño era callado, pero muy observador, como si estuviera evaluando cada gesto y palabra. Había una madurez en sus ojos que no encajaba con su edad.
"No es un niño común," pensó Magnus, deteniéndose junto a una fuente. "Pero eso solo significa que necesito un enfoque diferente. Tal vez los regalos y las palabras amables no sean suficientes. Tal vez…"
Un plan comenzó a formarse en su mente, uno que requeriría más paciencia y cuidado. Si Ellian no respondía a la amabilidad superficial, Magnus tendría que encontrar una manera de demostrarle que podía ser útil, que podía ser un aliado real.
"No importa cuánto tiempo tome. Si debo demostrar mi valía a Ellian y a Adam, lo haré. El trono vale cada esfuerzo."
Miró su reflejo en el agua de la fuente, su expresión calmada, pero sus ojos brillando con una determinación feroz.
"Soy Magnus Zuream, y no permitiré que nadie me subestime. Ni mi padre, ni Darius, ni siquiera Adam."
Con ese pensamiento, Magnus se giró y se dirigió de nuevo hacia el interior del palacio, decidido a ajustar su estrategia. Para él, esto no era una derrota, sino solo un pequeño desvío en su camino hacia el poder.