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Chapter 2 - Chapter 2: A Dangerous Opportunity

A la mañana siguiente, Max se encontraba frente a la entrada de una mazmorra de bajo nivel. El cielo estaba nublado y proyectaba una sombra gris sobre la ciudad. A su alrededor, otros cazadores se preparaban para la incursión; sus rostros reflejaban una mezcla de determinación y cansancio. La mayoría eran Despertados de bajo rango, como Max, que intentaban ganarse la vida.

La puerta de la mazmorra brillaba de forma amenazante, un remolino de energía negra y azul. El gobierno ya la había medido: era una mazmorra de clase F. Lo suficientemente segura para novatos, pero no exenta de peligros.

Max se ajustó la correa de su gastada cartera de cuero y sus dedos rozaron la empuñadura de la Espada Divina escondida en el interior. No le había contado a nadie sobre la espada, y por una buena razón. Si se corría la voz, alguien podría intentar robarla... o algo peor.

-¡Hola, Max!

Una voz familiar lo llamó. Se giró y vio a Clara trotando hacia él. Era una cazadora de rango F, con su pelo corto y castaño atado hacia atrás y un modesto arco colgado del hombro. Clara era una de las pocas personas que no menospreciaba a Max por su bajo rango.

—De verdad vas a ir hoy, ¿eh? —preguntó ella, con una expresión que mezclaba preocupación y escepticismo.

Max asintió. "No tengo otra opción. Las facturas no se pagan solas".

Clara frunció el ceño, pero no insistió. "Bueno, quédate cerca del grupo. Sin actos heroicos, ¿de acuerdo?"

"Entiendo", dijo, forzando una pequeña sonrisa.

El grupo de diez cazadores se reunió cerca de la puerta. El líder, un hombre de aspecto severo llamado Gerald, era un soldado de rango D. Llevaba un hacha grande cruzada a la espalda y vestía una armadura pesada que tintineaba a cada paso.

—¡Escuchen! —gritó Gerald—. Esta es una operación estándar. Acabamos con los monstruos, saqueamos el núcleo y nos vamos. Nos mantenemos unidos, seguimos las órdenes y nadie hace nada estúpido. ¿Entendido?

Se produjo un coro de asentimientos. Max se quedó atrás, tratando de evitar llamar la atención.

"¡Muy bien, salgan!"

Cuando atravesaron la puerta, el mundo que los rodeaba cambió. El bullicio de la ciudad fue reemplazado por un silencio inquietante. La mazmorra era una caverna enorme, con paredes que brillaban débilmente con musgo bioluminiscente. Del techo colgaban estalactitas como dientes dentados y el aire estaba impregnado del olor metálico del peligro.

La primera ola de monstruos apareció casi de inmediato: criaturas parecidas a lobos con brillantes ojos rojos y garras lo suficientemente afiladas como para destrozar el acero.

—¡Perros salvajes! —gritó Gerald—. ¡Formación!

Los cazadores entraron en acción. Clara preparó una flecha y la soltó, alcanzando a una de las criaturas en el cuello. Otro cazador empuñando una lanza cargó hacia adelante y apuñaló a un segundo perro.

Max dudó. Su arma habitual era una daga de hierro básica, apenas efectiva contra los monstruos. Pero ahora, con la Espada Divina a su lado, sintió una extraña confianza.

—¡Max, muévete! —gritó Clara, sacándolo de su aturdimiento.

Con una respiración profunda, desenvainó la espada. En el momento en que la hoja salió de la vaina, la caverna se bañó en una cálida luz dorada.

"¿Qué diablos es eso?" exclamó uno de los cazadores con los ojos muy abiertos.

Max no respondió. En cambio, se abalanzó sobre el perro más cercano. La hoja se movió casi por sí sola y cortó a la criatura con una facilidad aterradora. El cuerpo se desintegró en partículas de luz, dejando atrás un núcleo de cristal brillante.

Todos lo miraron atónitos.

—¿Desde cuándo puedes hacer eso? —preguntó Clara bajando su arco.

—Es... nuevo —dijo Max, intentando sonar indiferente.

Gerald se acercó y entrecerró los ojos. —Esa no es una espada común. ¿De dónde la sacaste?

Max dudó. "Lo logré."

El grupo intercambió miradas escépticas.

—Como sea —dijo Gerald, sacudiendo la cabeza—. Sigue usándolo. Necesitaremos esa potencia de fuego más adentro.

A medida que el grupo se adentraba más en la mazmorra, Max notó algo extraño. Su nueva espada no solo era poderosa, sino que parecía reaccionar a sus emociones, se volvía más brillante cuando se concentraba y se apagaba cuando se sentía inseguro.

Los monstruos se volvieron más duros, pero con la Espada Divina, Max los despachó con facilidad. Por primera vez, no solo sobrevivía, sino que lideraba la carga.

Cuando llegaron a la cámara central de la mazmorra, el grupo estaba maltrecho pero con vida. La habitación era enorme, con un enorme cristal que latía en el centro. A su alrededor había media docena de criaturas, más grandes y temibles que todo lo que habían encontrado hasta ahora.

—Pelea de jefes —murmuró Gerald—. Mantente alerta.

La batalla fue brutal. Las criaturas se movían a una velocidad aterradora y sus garras y colmillos dejaban profundas heridas en las armaduras de los cazadores. Clara evitó por poco un golpe mortal, ya que sus flechas apenas lograron frenar a los monstruos.

Max sintió el peso de la situación sobre él. Si no actuaba, moriría gente.

—Sistema —susurró, sin saber si respondería—. ¿Qué hago?

Una pantalla dorada apareció en su visión.

Habilidad especial desbloqueada: Corte iluminado por el sol

Desata una ola de energía divina para aniquilar a los enemigos.

Max agarró la espada con fuerza. "Muy bien. Veamos qué puede hacer esta cosa".

Se lanzó hacia el centro de la habitación, con la espada brillando más a cada paso. Cuando los monstruos se giraron para mirarlo, levantó la espada en alto.

"¡Corte iluminado por el sol!"

Una oleada cegadora de energía dorada surgió de la espada y atravesó a las criaturas como un cuchillo caliente corta la mantequilla. El rugido del ataque resonó en la caverna y, cuando la luz se desvaneció, los monstruos habían desaparecido.

El grupo se quedó mirando en silencio atónito mientras Max permanecía allí, con la Espada Divina zumbando suavemente en su mano.

—Max... ¿Qué eres? —susurró Clara.