El señor Williams comenzó con su increíble historia.
—Cuando era muy pequeño, mi madre murió, y luego de un tiempo, mi padre se casó con una mujer que sería una de mis peores pesadillas. Cuando fui lo suficientemente grande a mi juicio decidí escapar, pero por designios del destino terminé en un workhouse después de varios meses de haberme fugado. Este es un lugar al que va la gente pobre. Suelen aprovecharse de los más pequeños, ya que son mano de obra barata. En esos lugares se obliga a la gente a hacer trabajos como romper piedras, desarmar cuerdas o trabajar en fábricas textiles. Había horarios fijos para comer, trabajar y dormir, y las infracciones a estas reglas eran castigadas severamente. Los hombres, las mujeres y los niños están alojados en áreas diferentes, y tienen poco contacto entre sí. Estuve dos años en ese lúgubre lugar, y cuando llegó el día de navidad me dije a mi mismo que no viviría un día mas en este espanto. A la primera oportunidad logré escapar, esperando encontrar un futuro mejor. Encontré trabajo como jardinero dentro del círculo de la alta sociedad inglesa, y allí conocí a la princesa de mi vida— sus ojos se iluminaron al llegar a esa parte de la historia.
—Un día, caminaba tranquilamente por el bosque que estaba cerca de la casa, cuando repentinamente escuché gritos de "auxilio, auxilio!" Era la menor de la casa, Victoria Somerset, la cual había tomado el caballo más salvaje que tenían, y que ahora se había descontrolado, y venían directamente hacia mí. Sin saber que más podía hacer, alcancé a tomar las riendas que ella no estaba pudiendo volver a agarrar, pero mucho no ayudó, ya que ahora el caballo me arrastraba con rapidez. Intenté frenarlo firmemente, a lo que respondió parando de golpe, y como consecuencia arrojó a la chica al agua. Esperaba ver miedo o dolor en su rostro, pero en cambio, ella se estaba riendo.
—¡Gracias al cielo que caí en este arroyo! Menudo golpe me hubiera pegado—me dijo.
—Tiene suerte, señorita, pero puedo preguntarle porqué tomó ese caballo?—pregunté. Ella me respondió que estaba cansada de jugar a ser una dama fina, y que en un —————
—Cuando sea anciana, intentaré conformarme en quedarme demasiado quieta a mi gusto, siguiendo todas las estúpidas reglas de esta sociedad, pero no sin una vida llena de aventuras para recordar y contar. Y por favor —agregó —no le menciones a mis padres ni a mi hermano este incidente. Ellos siempre dicen que soy incorregible, y supongo que lo soy, pero lo único que quiero es andar libremente por el bosque. Odio tomar interminables tazas de té, estar encerrada por horas estudiando cosas sin sentido, y que solo esperen de mí que sea una buena música y esposa. No sabes cuánto envidio a las aves y las liebres, me siento como este caballo, encerrado en un establo cuando lo único que quiere es correr libremente con su antigua manada. Por eso es mi favorito, es tal como yo soy pero en un cuerpo de caballo.
Ella hablaba bastante rápido y hasta por los codos, pero eso era algo que me gustaba. Prometí no decirle nada a su familia, y para evitar preguntas, seguimos caminando un rato por caminitos en el bosque para darle una oportunidad a su vestido para secarse. Lo que ella había dicho me dió mucho que pensar. Los pobres deseando ser ricos y ella queriendo escapar de todo lo que aquello implicaba. El tiempo nunca había pasado tan rápido, y antes de qué pudiera darme cuenta, ya era hora de volver a mi trabajo.
—Se que debo estar agradecida por todo lo que tengo—continuó —Miles mueren de hambre, cansancio o enfermedades, y desearían estar en mi lugar, y me siento culpable por eso. Pero ellos... Oh, temo estar solo idealizando! Lo que yo veo en ustedes es felicidad genuina, más... ¿Cómo decirlo? ¿Transparencia? Contratado con la falsedad en la que vivo. El resto de mi familia parece conforme con eso, pero simplemente... olvídelo, no es más que la primera vez que hablo con usted, y se llevará la imagen de que soy una quejosa malagradecida.
Le dije que la entendía en cierta manera, ya que me había sentido igual de encerrado cuando había estado en el workhouse.
—¿Workhouse? —preguntó.
—En otra oportunidad le contaré más de eso, pero le ruego me disculpe, ya que ahora tengo que volver a trabajar. Fue un placer conversar con usted.
—Quiero darle las gracias por todo lo que hizo por mí hoy, y estaré esperando escuchar sobre su historia.
A partir de ese día, nos encontrábamos en el bosque y teníamos largas caminatas, ocasionales al principio pero cada vez más frecuentes.
Un día, su hermano mayor la confrontó, preguntándole por sus caminatas bosque.
—Yo...
—No te hagas la desentendida, Victoria. Te he estado observando por algunos días. No estarás enamorada de un jardinero(plebeyo). Compórtate si sabes lo que te conviene —le dijo en un tono amenazante.
Ella ignoró sus consejos y continuó con las caminatas en el bosque aunque con más cuidado, sin mencionarme nada sobre el incidente con su hermano.
Aunque nos amáramos profundamente, las diferentes clases sociales hacían que lo nuestro pareciera imposible. Un día nublado ella vino al jardín que estaba desmalezando a traerme el agua que supuestamente no tenía.
—Esta noche habrá un baile en mi casa —me dijo ella con un aire de tristeza. Una débil sonrisa de lo mas falsa apareció en mi rostro. En ese momento vimos que su hermano nos estaba espiando por la ventana.
—Mejor me voy —dijo —te veo luego —concluyó con una encantadora sonrisa.
Más tarde esa noche, miraba desde afuera a mi princesa que bailaba con un caballero. La pieza musical llegó a su fin y la vi salir hacia el jardín, donde yo estaba, ignorando completamente los consejos de su hermano.
—¿Me concede esta pieza? —le dije, mientras hacía una pequeña reverencia.
—Será un placer, Señor Williams —respondió con una ligera inclinación mientras se tomaba el vestido. En ese mismo momento comenzó q sonar una pieza llamada "Roses from the South" del famoso Johann Strauss II, y comenzamos a bailar bajo la oscuridad de la noche. Tenía miedo de despertar y de que todo haya sido un sueño. Cuando la pieza terminó ella volvió apresuradamente, no sea que alguien notara su ausencia y descubriera donde había estado. Pero por desgracia, su hermano la esperaba a la entrada.
—¿Donde has estado? —le preguntó bruscamente.
—Salí un momento a tomar aire fresco, tú sabes lo poco que me gustan este tipo de bailes. Diciendo esto siguió caminando queriendo evadir más preguntas, pero su hermano la tomó fuertemente.
—No quiero imaginar que el jardinero está allí afuera, de lo contrario te arruinaría por completo. El joven con el cual bailaste la pieza pasada, Henry Lennox, ha pedido tu mano y nuestro padre le ha dado su bendición. Usa la cabeza una vez en tu vida. Si esto se supiera traerías deshonra a nuestra familia, Victoria Somerset.
Claramente tenía a toda su familia en contra, y con razón. No es pequeño escándalo que una dama se quiera casar con un simple sirviente. Esa noche, el hermano de Victoria habló con su padre, el señor Somerset, pidiéndole permiso para despedirme. Le dio unas débiles excusas para encubrir la verdadera razón, pero Victoria escuchó lo que su hermano planeaba, y sin esperar más fue hasta el cottage donde yo dormía, y me despertó con unos golpecitos en la ventana. Sorprendido, me levanté rápidamente, y cuando abrí la puerta la vi con sus ojos llenos de lágrimas, y me contó todo lo que había pasado. En ese momento comprendí lo egoísta que había sido pensando que ella podía siquiera pensar en abandonar a toda su familia y expectativas para un futuro prometedor, y con lágrimas en mis ojos se lo dije. Ella pareció entender, y no contando con más tiempo nos despedimos antes de que ella volviera a su recámara, preguntándonos si alguna vez nuestros caminos se volverían a cruzar.
Temprano a la mañana siguiente el hijo mayor del señor Somerset vino para comunicarme que a partir de ese momento daba por terminado mis servicios, y me dijo que jamás habían tenido un mejor jardinero, pero que por cuestiones que lo sobrepasaban no podría trabajar más para ellos. Se debe haber sorprendido —recordó el señor Williams con una sonrisa —de con cuánta naturalidad tome el asunto.
Decidí alejarme de la ciudad, y conseguí trabajo en el bosque como cazador. Vivía en una pequeña cabaña. Pero la alegría se había extinguido de mi existencia. ¿Cuál era la razón por la cual me levantaba cada día? Trabajar para comer para tener fuerzas para seguir trabajando para seguir comiendo.
Una noche lluviosa, alguien llamó a la puerta. Me pregunté quien estaría del otro lado de la puerta en una noche como esta. Cuando abrí la puerta, mi corazón dio un vuelco. ¡Mi princesa estaba a un metro de mi! Lágrimas de alegría se mezclaron con la lluvia. Ya no importaba la oscuridad ni la lluvia: estaba con MI princesa.
—Tú no puedes darme lo que mi vida anterior ofrecía, pero sí lo que yo valoro y que todo el dinero del mundo puede comprar. No es allá donde pertenezco, y moriré siendo pobre pero amada y feliz —me dijo.
Los ojos del señor Williams estaban llenos de lágrimas, y con su voz quebrada terminó su historia:
—Seguíamos estando bajo la lluvia, completamente empapados, y finalmente, entramos a la cabaña. Recuerdo que como ella no tenía más ropa seca le di unas mías. Cuando me mostró como le habían quedado solo pudimos reír hasta llorar de la risa, y lo único que pude decirle fue "estás hermosa" y de veras que lo era.
Pero a la mañana siguiente ella amaneció muy enferma. El caminar por horas bajo la lluvia casi le costó la vida. Recuerdo el remordimiento que sentí todos esos días, sabiendo que era por mi causa que ella estaba así. Pero, gracias al cielo ella se restauró completamente. Vivimos años felices en esa querida cabaña, hasta que finalmente decidimos mudarnos a esta misma casa. Ese cuarto de bien arriba era su favorito, y pasaba largas horas pintando allí. Cada cuadro que vean por aquí es una obra hecha por sus manos. Hace ya 3 años y 47 días que ella dejó este mundo, pero puedo decir con seguridad que vivió la vida que ella quería. Hizo cada cosa que se proponía, y no tuvo nada de que arrepentirse, según decía. Es mi deseo para ustedes dos, que cuando lleguen los días en que ya no tengan tantas fuerzas, tengan la seguridad de que cada paso que dieron sea algo de lo que no se arrepentirán jamás.
¡Bueno, me habían hecho una simple pregunta y a cambio les he dado un discurso de la vida! Les ruego que me disculpen, creo que los ancianos tenemos la desagradable maña de hablar de más.
—No hay necesidad de pedir disculpas, señor Williams. Solo nos queda agradecerle por contarnos su increíble historia.
—No, Albert. Soy yo el que tiene que agradecer. Ustedes me devolvieron las ganas de vivir, y me gusta saber que todavía puedo ayudar un poco.
—Por favor señor Williams, nunca sabrá lo mucho que es su ayuda para nosotros. Realmente no se que haríamos sin usted.
—Vamos, pequeña —dijo el señor Williams entre risas —con todos sus cumplidos van a terminar por convertirme en un Anciano orgulloso!