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Evelyn estaba sentada en su pupitre, rodeada por el murmullo de la clase independiente. Entre sus manos sostenía un libro de biología sobre plantas exóticas, pero le costaba concentrarse. Risas y cuchicheos llenaban el aula, aumentando su deseo de desaparecer. Escondió la cabeza tras el libro, como si eso pudiera aislarla del ruido.
—¡Mira qué tierno! —exclamó una voz femenina, interrumpiendo su intento de concentración. Una mano pálida, adornada con anillos de cráneos y estrellas, le arrebató el libro. Era Lilith, quien ahora le mostraba una foto en su celular: un pitbull mordisqueando un conejo de peluche rosa.
—Hoy Deméter despertó muy juguetona~ —dijo con una sonrisa.
—Mi Hades es mejor —replicó una voz masculina con aire arrogante. Félix, el mellizo de Lilith, extendió su mano, que llevaba mitones de cuero con rayas verdes y anillos que funcionaban como nudilleras. En su celular, mostraba otra foto, esta vez de un pitbull en pleno entrenamiento, mordiendo el traje de un entrenador.
—Ya empezaron a entrenarlo para que me proteja.
—¡Qué molesto eres, Félix! —bufó Lilith.
—Tú eres la molesta, Lilith —respondió él sin perder la compostura.
Evelyn los observaba con una mezcla de cansancio y resignación. Esta dinámica ya le resultaba familiar, aunque no dejaba de encontrar curioso cómo los perros de ambos hermanos parecían reflejar sus personalidades. Finalmente, interrumpió la disputa.
—Voy a dormir un poco. Despiértenme si pasa algo interesante.
Sin esperar respuesta, escondió la cabeza entre sus brazos para bloquear la molesta luz del aula.
—¡De acuerdo! Nosotros nos encargamos —respondió Lilith, con una sonrisa.
Los mellizos volvieron a sus asientos, pero no dejaron de observar a la clase con seriedad. Su presencia era lo suficientemente intimidante como para que el resto de los estudiantes guardaran silencio. Nadie se atrevía a molestarlos, sabiendo bien la reputación de los hermanos.
Cuando Evelyn ingresó a la escuela, los mellizos iban a otra clase. Sin embargo, al enterarse de que alguien nuevo —y humano— había llegado a su "territorio", decidieron ponerla a prueba. Lo que comenzó como un juego terminó despertando su interés genuino. A medida que descubrían más sobre Evelyn, los hermanos comenzaron a seguirla, viéndola como una amiga preciada.
Aunque Evelyn no lo entendía del todo, había aceptado la presencia constante de Lilith y Félix en su vida. Después de ciertos eventos, incluso se acostumbró a la idea de que los mellizos se cambiaran de clase solo para estar cerca de ella. Con el tiempo, dejó de cuestionarlo, aunque seguía preguntándose qué había hecho para ganarse su atención.
Aún que a veces se escapaba de ellos para estar sola o pasar tiempo con Hinata. Evelyn había notado que los hermanos no se sentían cómodos en precencia de otros humanos inalterados o hibridos depredadores como ellos. En esos momentos salían a la luz los rangos defensivos de sus animales espirituales.
—¡Hay problemas! —dijo un chico hibrido de liebre, irrumpiendo en el aula en busca de los hermanos.
—No hagas ruido, Evelyn-chan está dormida —lo reprendió Lilith, frunciendo el ceño mientras lo miraba con desagrado.
—¿Qué quieres ahora? —preguntó Félix sin levantar la vista de su celular, ignorando el fastidio de su hermana.
—Dos personas se metieron en la escuela y golpearon a todos los de tercero año en el edificio de al lado. Se dice que están buscando a alguien de segundo —informo el hibrido, están vez en un tono más bajo para no molestar a Lilith ni despertar a Evelyn.
Los hibridos eran naturalmente territoriales, y esta escuela era el dominio de los hermanos mellizos Vortex. Su padre, un mafioso hibrido, sabía cómo mantenerse oculto del gobierno. A cambio de proteger la escuela, el director les permitía a los hermanos saltarse las clases o causar problemas fuera de la institución. Era un acuerdo tácito entre la escuela y la mafia más influyente de la zona.
Evelyn prefería no indagar demaciado en el tranfondo de los mellizos; no lo consideraba relevante. Además, ellos no presumían del poder de su padre. Por el contrario, intentaban destacar por sus propios méritos. Eran brillantes en los estudios, hábiles en las peleas y tenían un gusto particular por demostrar su fuerza bruta. Aunque solían participar en peleas clandestinas, no buscaban conflictos con las pandillas, a menos que estas Invadieran su territorio.
Y, al parecer, este era uno de esos casos. Dos individuos habían irrumpido en su territorio, causando estragos y tratando de llevarse a uno de los suyos. No importaba si el estudiante de segundo año había ido por voluntad propia, el simple hecho de que intrusos golpearan a los de tercero ya era suficiente motivo para intervenir.
—Vamos para allá —murmuró Félix con tranquilidad, dejando su celular a un lado y mirando a su melliza—. ¿Qué harás?
—Encárgate de los intrusos. Luego los alcanzaré con Evelyn. Dijo que la despertáramos si pasaba algo interesante —respondió Lilith, sacando una pequeña caja de su mochila rosa decorada con calaveras.
Félix observó lo que su hermana había sacado, frunciendo levemente el ceño antes de abrir la caja y sacar un macaron con relleno de fresa.
—Los de la tia Merri son más ricos —comentó mientras se lo comía y comenzaba a salir del aula.
—Pues no te los comas pesado —lo regaño Lilith con fastidio— de todas formas no son para tí
Félix la ignoró y, mientras se comía el último pedazo de macaron, salió del aula guiado por el otro chico. Cuando su hermano se fue, Lilith decidió despertar a Evelyn con un suave susurro y pequeños golpes en el hombro.
—Despierta, Evelyn, ¿no quieres macarons?
Dejando la pequeña caja frente a Evelyn, esperaba que eso fuera suficiente para evitar su mal humor al despertarse. Evelyn tenía la habilidad de dormirse fácilmente en cualquier lugar, pero lo único malo era que despertaba con hambre y de mal humor. Los hermanos ya lo sabían, así que siempre se encargaban de traerle algo para comer.
Lo que más le gustaba a Evelyn eran los macarons franceses y los takoyakis. Los hermanos tenían una Nana francesa que les preparaba macarons y otras delicias, además de enseñarles a hacerlos ellos mismos por si ella no estaba. A pesar de que los hermanos eran casi idénticos, Félix siempre podía identificar los macarons de Lilith de los que hacía su Nana.
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En los casilleros de la escuela
Muchos chicos y chicas híbridos se habían acumulado alrededor de la sección de casilleros. La razón era que dos individuos habían llegado causando problemas mientras buscaban a un chico de primer año, de cabello rubio y ojos azules.
—¿Te sientes bien?— preguntó un chico alto con el cabello recogido en una trenza. Tenía rapado a los lados, lo que exponía aún mejor su característico tatuaje de dragón.
Era Ken Ryuguji, apodado Draken, el vicepresidente de la Tokyo Manji Gang, y uno de los intrusos que habían irrumpido sin permiso causando alboroto.
—Bueno… es demasiado temprano después de lo de ayer— murmuró Takemichi nervioso al sentir el peso de Draken sobre sus hombros.
Takemichi era la persona que los intrusos estaban buscando, y como no quería hacer enojar a ninguno de ellos, decidió dejarse llevar. Además, esto podría ayudarlo en su plan para salvar la vida de Hinata en el futuro.
—Estás libre hoy, ¿verdad?— ignorando el nerviosismo e incomodidad de Takemichi, habló el segundo intruso, quien había tenido la idea de buscarlo.
Era más bajo que el promedio, con penetrantes ojos negros y cabello largo y rubio que llevaba atado solo en la parte superior, dejando los laterales sueltos.
Era Manjiro Sano, conocido como Mikey, líder de la Tokyo Manji Gang. Famoso por sus habilidades de lucha, había ganado el apodo de "El Invencible Mikey". Sin embargo, Takemichi sabía que él también era el causante de mucho sufrimiento en el futuro.
—Eh… bueno… no realmente— respondió Takemichi, pero Mikey lo ignoró.
—Vamos a pasar un rato por ahí— dijo Mikey con su tono despreocupado.
Detrás de Takemichi, varios estudiantes comenzaron a susurrar sobre la situación. Algunos mostraban intriga y curiosidad, mientras que otros lo miraban con lástima, pensando que lo golpearían. Sin embargo, todos se quedaron en silencio cuando apareció Hinata Tachibana, la novia de Takemichi.
—Hina…— pensó asustado Takemichi al verla acercarse. Sin duda, esto no terminaría bien.
—¿Eh? ¿Quién eres?—
Con pasos firmes, Hinata continuó caminando hacia los tres chicos. Sabía que no podían hacerle nada en el territorio de los hermanos Vortex, quienes seguramente ya estaban en camino. Sin embargo, no podía quedarse de brazos cruzados viendo cómo atormentaban a su novio.
—Lo siento, Hina. Hoy todo este ruido es por mi culpa, así que…— Takemichi trató de calmarla, pero sus palabras se ahogaron en su garganta al ver que Hinata lo ignoraba también.
Un golpe resonó por toda el área de los casilleros y los pasillos que se conectaban, la sorpresa se reflejo en los rostros de todos, una de sus compañeras de escuela acababa de golpear al invencible Mikey, y eso significaba que estaba en un gran problemas pero todos estaban tan perplejos que no pudieron reaccionar por un tiempo.
Continuara