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Chapter 17 - Contaminantes (2).

El sol había alcanzado su cenit, bañando el campo de entrenamiento en una luz brillante y cálida. Me puse de pie, sintiendo cómo mi cuerpo temblaba ligeramente. A pesar de la fatiga, sentía una determinación renovada ardiendo en mi interior.

La sonrisa de Anastasia era radiante cuando me preguntó: —¿Listo para otra ronda?

¿Otra ronda? ¿Acaso eres una máquina?

Atlas dio un paso adelante, su expresión seria. —Antes de continuar, quiero que ambos se tomen un momento para reflexionar sobre el combate anterior —dijo—. Arceus, ¿qué crees que podrías mejorar?

Fruncí el ceño, pensando cuidadosamente en la pregunta. Después de un momento, respondí: —Necesito mejorar mi control sobre el agua. Y, necesito ser más rápido. Anastasia es demasiado rápida para mí.

Demasiado rápida es quedarse corto. Es como intentar atrapar el viento con las manos.

Atlas asintió, y pude ver un destello de aprobación en sus ojos. —Bien observado —dijo, antes de volverse hacia mi hermana—. ¿Y tú, Anastasia?

¿Ana? ¿Qué podría mejorar ella? Prácticamente me aplastó sin esfuerzo.

Vi la sorpresa en el rostro de Anastasia mientras movía sus dedos nerviosamente. —¿Yo? —preguntó, parpadeando confundida—. Pero... gané el combate.

—Ganar no significa que no haya espacio para mejorar —respondió Atlas mientras se encogía de hombros—. Siempre hay algo que aprender, incluso de una victoria.

Huh, supongo que incluso los fuertes tienen cosas que mejorar. Eso... de alguna manera me hace sentir un poco mejor.

Observé a mi hermana mientras reflexionaba sobre la pregunta. Después de un momento, respondió: —Supongo que... podría haber terminado el combate antes. Me dejé llevar por la emoción y prolongué la pelea más de lo necesario.

Aunque ya lo sabía, que lo confirmara de esa forma... No sabía si sentirme aliviado o más frustrado.

—Excelente observación —dijo Adelaide, uniéndose a la conversación—. En una batalla real, cada segundo cuenta. No siempre tendrás el lujo de prolongar un combate.

Una batalla real. La idea me puso nervioso, pero también me emocionó. Algún día estaré listo para eso.

—Bien —dijo Atlas—. Ahora que han reflexionado, pueden continuar con el entrenamiento. Arceus, concéntrate en tu velocidad y tu control. Anastasia, trabaja en tu eficiencia.

Velocidad y control. Puedo hacer eso. O al menos, puedo intentarlo.

Asentimos y tomamos nuestras posiciones una vez más en el campo.

Sin embargo, antes de que pudiéramos comenzar, algo cambió. El aire se volvió pesado, cargado de una energía que hizo que se me erizara el vello de la nuca. El cielo, antes claro y brillante, comenzó a oscurecerse como si una tormenta se estuviera formando.

¿Qué está pasando? Esto no se siente normal. Algo está mal, muy mal.

Vi a Atlas y Adelaide ponerse en alerta de inmediato. El miedo se apoderó de mí cuando escuché a mi madre gritar: —¡Niños, vengan aquí!

Anastasia y yo corrimos hacia nuestros padres. Podía sentir el miedo creciendo en mi pecho, amenazando con ahogarme. —¿Qué está pasando, mamá? —escuché a Anastasia preguntar, su voz temblaba ligeramente.

Oh no. Si Anastasia está asustada, esto debe ser realmente malo.

Antes de que Adelaide pudiera responder, vi cómo el aire frente a nosotros comenzaba a distorsionarse. Un escalofrío recorrió mi espalda.

¿Qué es eso? Se ve como... No, no puede ser. Por favor, que no sea lo que creo que es.

De repente, el aire se estremeció con un rugido ensordecedor que hizo temblar los cimientos de nuestra mansión. Me congelé en el acto, sintiendo cómo el terror me paralizaba. Mis ojos se abrieron de par en par, incapaz de procesar lo que estaba viendo.

A lo lejos, en el horizonte, una figura colosal y grotesca se alzaba contra el cielo. Era enorme, más grande que cualquier cosa que hubiera visto antes. Su cuerpo era una pesadilla hecha realidad: una amalgama de carne putrefacta y huesos retorcidos que se elevaba por encima de los árboles más altos del bosque.

Es... es monstruoso. ¿Cómo puede existir algo así? ¿Cómo podemos siquiera luchar contra eso? Múltiples ojos de diferentes tamaños cubrían su cuerpo, todos parpadeando y moviéndose de forma independiente. De lo que parecía ser su boca emanaba un hedor nauseabundo que podía sentir incluso a esta distancia. Tentáculos viscosos y pútridos se retorcían a su alrededor, derribando árboles centenarios como si fueran simples ramitas.

Quise vomitar. Quise correr. Quise esconderme. Pero no pude moverme. Estaba paralizado por el miedo.

La criatura emanaba un aura de maldad tan intensa que sentí cómo se me revolvía el estómago. Nunca antes había sentido tanto miedo.

—Un Contaminante —escuché murmurar a Atlas, alzando un poco las cejas—. Y uno poderoso. Nivel Pesadilla, grado Emperador.

Las palabras de mi padre resonaron en mi mente. Recordé las lecciones sobre los Contaminantes: cómo nacían como Digestores, su forma bebé, para luego convertirse en Contaminantes y estas evolucionan en Pesadillas. Muchos creían que las Pesadillas eran comparables a Ascendentes de nivel 3, pero en ese momento, viendo a esa monstruosidad, supe que estaban enormemente equivocados.

Pero entonces, en medio de mi pánico, sentí una mano firme sobre mi hombro. Era Atlas, mi padre, el hombre más fuerte que conocía. Su rostro estaba serio, pero no había miedo en sus ojos, eso me dio un atisbo de esperanza.

—Arceus, Anastasia, quiero que escuchen con atención. Lo que están viendo es, una Pesadilla de grado Emperador. Es un enemigo formidable, pero no es invencible. Recuerden todo lo que han aprendido, todo lo que han entrenado. Este es el momento de poner en práctica sus habilidades.

Adelaide se acercó a nosotros, su rostro mostraba una alma que contrastaba con el caos a nuestro alrededor. —Niños —dijo suavemente con una sonrisa—, sé que están asustados. Es natural tener miedo frente a un enemigo así. Pero recuerden: el miedo es solo una emoción. No dejen que los paralice.

Sus palabras penetraron la niebla de terror que nublaba mi mente. Respiré profundamente, tratando de calmar mi corazón acelerado. Tenían razón, no pude dejar que el miedo me controlara. —Atlas, — Lleva a los niños a la mansión. Yo me encargaré de esto.

Papá asintió, tomándome a mí y a Anastasia en sus brazos. —Ten cuidado.

Mamá sonrió, una sonrisa que parecía fuera de lugar en la situación actual. —Siempre lo tengo, —respondió, antes de volverse hacia el contaminante.

Mientras papá volaba hacia la mansión con nosotros, no pude apartar la mirada de mamá. La vi avanzar hacia la Pesadilla despreocupadamente. A medida que se alejaba de la mansión, sentí cómo el aire a nuestro alrededor comenzaba a cargarse de energía.

¿Qué va a hacer mamá? Nunca la había visto así. La Pesadilla, al percibir la presencia de mamá, soltó otro rugido que hizo temblar la tierra. Sus tentáculos se agitaron violentamente, arrancando árboles de raíz y lanzándolos por los aires como si fueran juguetes. Uno de estos árboles voló directamente hacia nuestra mansión.

Papá extendió sus manos y una barrera de energía dorada se materializó frente a nosotros. El árbol se desintegró al contacto, convirtiéndose en una lluvia de astillas que cayó inofensivamente al suelo. —Manténganse cerca, —dijo papá con voz grave.

Mientras tanto, mamá se había detenido a unos cien metros de la Pesadilla. Parecía pequeña frente a ese monstruo que media más de 20 metros, pero había algo en su postura que solo podía que delata una confianza inquebrantable.

Mamá... Estarás bien, ¿verdad?

La Pesadilla rugió, un sonido que hizo temblar la tierra misma. Extendió sus tentáculos hacia mamá, cada uno tan grueso como el tronco de un árbol centenario. Mi corazón latía con fuerza, mientras mis labios temblaban de miedo.

Mamá ni siquiera parpadeó. Con un movimiento fluido de su mano, creó una barrera de energía pura frente a ella. Los tentáculos chocaron contra la barrera con fuerza suficiente para partir montañas, pero la barrera ni siquiera tembló.

De repente, el aire alrededor de mamá cambió. Una presión inmensa cayó sobre el área, como si la gravedad misma se hubiera multiplicado por cien. Sentí que me costaba respirar, incluso a la distancia a la que me encontraba.

¿Qué está pasando? ¿Es este... el poder de mamá?

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