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Chapter 9 - Capítulo 9: El Precio Del Conocimiento

—Y yo que pensaba que mi ex era una bruja —dije, intentando aligerar la atmósfera, aunque mi nerviosismo era palpable mientras me mantenía alerta frente a la pintura. Esperaba que algo saltara de ella en cualquier momento, pero la incomodidad seguía latente en mi pecho.

—Ignis, no es momento para tus bromas —me reprendió Aria, poniéndose entre la pintura y el sacerdote con una postura protectora, su daga ya en mano.

—Tranquilos —intervino el padre Francisco, con voz ronca pero calmada—. Ningún ser de oscuridad puede entrar en tierra santa sin permiso.

—Sí, eso pensé también, y aún así mi ex entró a mi casa y se llevó todo.

La amarga memoria me arrancó una sonrisa torcida, como si el humor fuera mi única vía de escape ante la creciente tensión.

—¡Ignis! —La voz de Aria, cortante como una espada, me sacó de mis pensamientos.

—Ya voy, mamá —respondí, lanzando un frasco de pólvora de plata hacia la pintura.

La reacción fue inmediata: una llamarada cegadora consumió el cuadro, dejando tras de sí solo cenizas que se disolvieron en el aire. La risa etérea desapareció de golpe.

—A todo esto, padre, ¿por qué tenía una pintura de la "bruja risueña" en su oficina? —preguntó Aria, su tono curioso, aunque no exento de incredulidad.

El sacerdote se encogió de hombros, como si esa fuera la pregunta más trivial.

—Para no olvidar los errores de la iglesia.

Antes de que pudiera agregar algo más, hablé con mi típica falta de tacto:

—Bueno, pasemos a lo importante: ¿de cuánto será la paga?

El silencio en la sala fue tan pesado que casi pude oír el peso de las palabras que acababa de pronunciar. Los rostros de Aria y del sacerdote reflejaban incredulidad y desaprobación.

—Ignis, por favor, compórtate —susurró Aria entre dientes, claramente a punto de perder la paciencia.

El sacerdote, sin inmutarse, respondió con tranquilidad.

—La paga no es algo que pueda prometerles de inmediato. Este asunto tiene más que ver con el deber que con la recompensa.

—¿Deber? —pregunté, levantando una ceja en escepticismo—. Padre, no sé si se ha dado cuenta, pero Aria y yo no somos voluntarios del club de ayuda comunitaria. Esto de "enfrentar brujas vengativas" no es precisamente un pasatiempo barato.

—Lo que Ignis quiere decir —intervino Aria, con una sonrisa tensa y los ojos chisporroteando de furia contenida— es que esto parece una tarea monumental, y estamos arriesgando mucho al involucrarnos.

El sacerdote asintió con lentitud.

—Lo entiendo. Y aunque esta aldea no tiene riquezas que ofrecerles, puedo garantizarles algo más valioso: conocimiento.

Eso, al menos, captó mi atención.

—¿Qué tipo de conocimiento? —pregunté, inclinándome hacia adelante, sintiendo una curiosidad creciente.

—Lira no siempre fue una bruja, Ignis. Era una guardiana de secretos antiguos. Si logran enfrentarse a ella y salir victoriosos, podrán reclamar lo que ella protegía. Saberes que podrían cambiar no solo su destino, sino el de muchos.

El aire en la habitación se volvió denso, como si cada palabra del sacerdote dejará una huella invisible en el ambiente.