—Estos son los cien millones de dólares que pagaste por mí —dijo Shen Li, su voz inesperadamente tranquila.
¿De qué servía estar nerviosa en un momento como este?
Después de hablar, sintió un inexplicable alivio, aunque no fue como lo había imaginado en su cabeza, arrojándole el cheque en la cara a Huo Siyu, pero sí llevó el cheque ante Huo Siyu.
Ella quería redimirse, Huo Siyu usó la compra para avergonzarla.
—Cien millones de dólares —Huo Siyu miró el papel que flotaba sobre la mesa como si fuera el cuchillo más afilado, sumergiéndose directamente en su corazón, en la parte más suave de su corazón.
Aún recordaba la sensación de sostener a Shen Li en sus brazos ayer, aún recordaba el sabor de su beso por la mañana, aún recordaba la alegría de elegir regalos para Shen Li.
Incluso hace apenas un momento, cuando abrió suavemente la puerta y vio la espalda de Shen Li, una sensación de satisfacción surgió en su corazón.
Sin embargo, en un instante, todo el placer desapareció.
