Shen Li fue abrazada por Huo Siyu, y antes de que pudiera reaccionar, sus protestas fueron sofocadas.
El suave y continuo beso profundo, que llevaba la esencia de Huo Siyu, no implicaba su habitual conquista inmediata, pero igual dejó a Shen Li sin aliento.
Incluso en su forma más gentil, Shen Li sentía como si no pudiera respirar cuando estaba con Huo Siyu.
—Yo, yo tengo que irme... —jadeó Shen Li, trepando sobre los hombros de Huo Siyu en busca de apoyo, o de lo contrario no habría podido mantenerse en pie.
Aunque Huo Siyu había parado, la sensación de urgencia todavía persistía.
Como un hechizo demoníaco, este era el efecto que Huo Siyu tenía sobre ella, algo que no le gustaba pero no podía negar su poderosa presencia.
—Entonces apresúrate y vete, o realmente no podré dejarte ir, pequeña hada, siempre seduciéndome en cada momento —susurró Huo Siyu en su oído.
—¿Quién te sedujo a ti? —bufó Shen Li—. Claramente fuiste tú quien siempre está... —constantemente en celo.