—¿De qué se trataba eso? ¿Realmente sabía quién era yo?
Mientras Rosalía amasaba otra oleada de pensamientos inquietantes, sintió un toque suave caer sobre su hombro izquierdo, casi provocando que saltara del susto.
Correspondiendo a su asombro, Damián retiró sus manos, sosteniéndolas en alto como si se rindiera, y abrió mucho los ojos,
—Perdóneme, Señora Rosalía. No quise asustarla.
Con su mano derecha presionada contra su pecho, la joven lentamente negó con la cabeza, el eco de su corazón palpitante resonando en sus ardientes oídos.
—N-No, está bien, Su Gracia. De todos modos, has regresado rápidamente. ¿Hubo algún asunto de gran importancia que requería tu atención?
Damián negó con la cabeza en señal de negación, reflejando el alivio de Rosalía.
—Descansa tranquila, fue una preocupación trivial.
—¿Te interesaría participar en un concurso?