Mientras tanto, Arwen tenía dificultades para hacer frente a sus penas. Ante sus padres pudo haber mantenido una postura fuerte, pero en el momento en que salió de aquel lugar, el peso de la decepción de ellos se hundió en su ser, haciéndola sentirse vacía por dentro.
Las palabras de su madre eran como el cruel puñal que le atravesaba el corazón con cada repetición:
—Arwen, cúlpate a ti misma. Has sido incapaz. Eres una deshonra —una hija deshonrosa. Has sido la decepción.
El silencio de su padre la desgarraba. Aunque no esperaba que él se enfrentara a su madre, aún así esperaba algo que él no logró darle.
—¿Qué era lo que esperaba? ¿Que su madre sintiera su dolor por una vez? Eso había sido un lujo que le había sido difícil costear.