Arwen estaba sentada en la cama del hospital mientras Jason revisaba sus piernas. Su expresión era tranquila, pero la presencia de Aiden hacía que el aire se tornase tenso. Él estaba de pie a su lado, con los brazos cruzados sobre su pecho.
Arwen no podía ni mirarlo, pero podía sentir con intensidad la fuerza de su mirada. Sabía que llevaba la misma expresión peligrosa de antes, como si estuviera al borde de masacrar toda la ciudad en cualquier segundo.
—Has tenido suerte, Arwen —dijo Jason, mirándola—. No te has torcido el tobillo. Parece que simplemente lo torciste de la manera incorrecta —añadió, esbozando una sonrisa suave para animarla.
Arwen asintió, intentando corresponder a su sonrisa, pero la suya apenas llegó a sus ojos. —Gracias, Dr. Clark.