—¿Quieres decir que quieres ser Cisne, verdad? —preguntó la Señora Harsetti, y Aria asintió.
—Cuando éramos jóvenes, yo era muy querida. Todo el mundo satisfacía mis necesidades, y podía hacer lo que quisiera sin ninguna carga. Ahora soy un fracaso, pero esa lisiada, Cisne... ella tiene una vida increíble en cambio —Aria miró el cadáver de su madre antes de volver su mirada hacia la Señora Harsetti—. Así que quiero ser como ella—No, quiero SER ella.
—Lamentablemente, no puedes hacer eso, pequeña bruja —respondió la Señora Harsetti—. Puedo cambiar tu apariencia a la de cualquiera excepto la de ella, porque ella ya ha ascendido a ser un ángel. Una bruja oscura no puede suplantar a un ángel o a una Diosa, porque nos falta el aura radiante que ellos tienen.
—Lo pensé —espetó Aria. Se recostó sobre el árbol que aplastó a su madre. Bajó la cabeza y murmuró: