La mirada de Aria se oscureció al darse cuenta de que esa voz era sin duda la de Swan, y dado que venía del salón del trono, eso significaba
Aria no se atrevió a continuar su línea de pensamiento, porque era ridículo. ¿Cómo podía El Rey Bestia enamorarse tan profundamente de esa perra lisiada que ni siquiera le importaba tener sexo con ella en medio del día en el salón del trono durante un maldito festival?
—¡Seguramente, Swan estaba usando su poder sagrado para engañar la mente de Aria, cierto? —Madre, ¿oyes lo que yo oigo? —preguntó Aria para asegurarse de que no era solo un truco malvado de Swan.
—Lo oigo alto y claro —frunció el ceño Anastasia—. Esa zorra y El Rey Bestia están teniendo sexo en el salón del trono. Qué sinvergüenzas.
—No, probablemente es solo una ilusión creada por Swan para enfadarnos. Deja que le pregunte a alguien más —dijo Aria.