Cisne estaba sufriendo tanto dolor que no tenía fuerzas para decir una palabra. Simplemente miraba a Aria y deseaba en silencio que el tiempo pasara rápido, y que Gale abriera la puerta de golpe y la salvara.
Aria podía adivinar lo que Cisne pensaba, y le alegraba saber que Cisne no se atrevía a responderle.
«Ah, esto es mejor. Está destinada a quedarse callada y aceptar cualquier castigo que le dé. Siempre ha sido así, y debería seguir siendo así para siempre», pensó Aria. Tomó una profunda respiración y comenzó a contarle a Cisne sobre lo que había hecho para obtener el poder oscuro que ahora poseía.