Alice siguió a la Señora Jade a través de un corredor que parecía no tener fin hasta que se detuvieron frente a su habitación.
Los sirvientes en la entrada abrieron la puerta y entraron juntas a la habitación de la Señora Jade.
Alice se mantuvo rígida mientras observaba a la Señora Jade sentarse en su silla y cruzar las piernas.
—Ven aquí —Jade hizo un gesto con la mano hacia un lugar junto a su silla—. Arrodíllate.
Alice se arrodilló obediente como su Señora deseaba.
Jade la miró sin expresión, silenciosamente levantó su mano y
¡PA!
Le dio una bofetada a la criada conejita justo en su rostro hasta que Alice cayó al suelo, retorciéndose de dolor mientras un ardor agudo asaltaba su mejilla.
Sin embargo, lo soportó en silencio y mantuvo la boca cerrada. Lentamente, se recompuso y volvió a su posición de rodillas.
—Uf, me siento mejor ahora —suspiró Jade—. Sonrió a la criada conejita y dijo: