—Es cosquilloso, querido esposo. ¿Por qué no me dices lo que quieres? Sé que anhelas algo —dijo ella tratando de evitar su lengua.
—Hambre... —murmuró la bestia con voz baja.
—¿Hambre? ¿Quieres comerte? Pero estoy muy delgada. No te llenarás después de comerme —se rió Cisne, y con su dedo del pie jugueteó en la punta de su miembro duro como una roca—. ¿Necesitas ayuda aquí? Yo—tu querida esposa—estoy más que dispuesta a ayudarte a través de tu celo.
Cuando la punta de su miembro erecto fue tocada, la bestia gruñó una vez más, pero no era un gruñido de enojo o molestia. Era en realidad todo lo contrario, ya que era la señal de que disfrutaba de su toque, incluso si solo era su dedo del pie.
Cisne cooperó con su dedo del pie para presionar en la punta, lo que hizo que él gruñera de placer mientras seguía filtrando el precum. Era obvio que la bestia quería aparearse, pero la Santa no podía evitar querer provocarlo un poco más.