—Eso es todo.
—Realmente eres malísimo en esto —Nix se levantó de la silla y se volvió hacia Diego—. Eres un experto en cuanto a mujeres, ¿verdad?
—Uh huh —Diego, que estaba buscando otra botella de whisky en el estante, asintió—. Entonces vas a ayudar a Valeric.
—¿Con qué? —Él se giró con la ceja levantada.
—Con su esposa —respondió Nix—. No sabe ni una sola cosa sobre mujeres, y tú vas a ayudarlo a elegir.
—Diego guardó el whisky —Entonces, ¿me estás pidiendo que vaya con él?
—Exactamente.
—¿Y quién nos va a conducir?
—Yo —Los dos inmediatamente centraron su atención en Valeric al hablar—. ¿Tú? —Diego tenía ganas de reír.
—Sí. ¿Hay algún problema? —Un atisbo de disgusto afiló la espada en la voz de Valeric.
—Diego se giró hacia Nix —¡Si él ni siquiera sabe conducir! —Nix no respondió, claramente evitando caer mal a Valeric.
—¡Nix!
—¿Quién ha dicho que no sé conducir? —preguntó Valeric.
—¡No has conducido desde que nuestra mamá tuvo ese accidente!
—Ya lo superé.