ALGO como decepción brilló en los ojos dorados del hombre.
—Te gusta el color jacinto, lo usas mucho. Así que pensé que no te gustaría una rosa. Por eso te di un jacinto en su lugar. Y en cuanto a estos, no estoy muy seguro, pero asumí que te gustaban los dulces. Pero parece que estaba equivocado.
No, no lo estaba...
—Parece que no te gustan ninguno de los dos.
Sí me gustan... Nadie ha... Nadie...
El hombre se dio la vuelta y caminó hacia la puerta para irse, sus manos cayeron a sus costados y su cuerpo se desplomó.
—¿Por qué? ¿Por qué te ves triste? ¿Por qué parece que te importa si me gustan o no?
Los ojos de Stella se suavizaron, y su voz tembló inestablemente. —Yo—eso es