—Tuve que casarme contigo. Como princesa, era mi deber proteger a mi pueblo del daño —dijo ella en voz baja—. El rey no me dejó más opción que poner fin a la guerra entre nuestros reinos. ¿No es risible? Quería escapar de este infierno a toda costa, pero tuve que volver. Necesitaba vengar a mis padres, que fueron asesinados por el rey Valeriano y la reina Isabella.
Lucian la miró fijamente, estupefacto por su franqueza. Tanto la Cynthia de sus sueños como la que tenía delante ahora parecían compartir una sinceridad inquebrantable que lo dejaba tambaleante.
—Oh, no me mires así —se burló ella, con un tono agudo.
—¿Cómo?... —Lucian parpadeó, desconcertado por sus palabras—. También te odio.
Su voz era firme, pero Lucian no podía detectar verdadera malicia en ella. Él conocía el odio íntimamente. Lo había enfrentado toda su vida y sus palabras no eran sus verdaderos sentimientos.