El carruaje se detuvo ante la gran mansión. Cynthia bajó en cuanto el caballero guardia que la acompañaba abrió la puerta y le extendió la mano.
Las criadas la siguieron, llevando las cajas de atuendos que Cynthia había traído mientras el guardia sostenía las tres espadas.
—Ha regresado, Su Alteza —dijo Felipe, quien parecía haber estado esperando a que la gran duquesa regresara a la mansión, inclinándose ante ella respetuosamente.
—Ah, sí. Apenas he llegado antes del atardecer, ¿verdad? —Cynthia se rió, indicándole que se levantara.
—Espero que haya tenido una salida agradable.
—La tuve.
Girándose hacia sus sirvientes, Cynthia les hizo un gesto con la mano.
—Pueden poner estos donde pertenecen. Ah, y tú —señaló al guardia que la había acompañado durante el día.