Frente al magnífico palacio Solar, Lucian soltó un profundo suspiro antes de asentir levemente a los guardias que estaban ante la entrada de la sala del tribunal.
Los guardias anunciaron su llegada:
—¡El Gran Duque de Erion ha llegado, Su Majestad! —anunció uno de los guardias.
Con un amargo bufido, Lucian entró en la sala del tribunal una vez que las grandes puertas doradas se abrieron, dándole vista a un lugar que reconocía, pero con el que no estaba familiarizado.
Su título había cambiado, pero el desprecio en los ojos de la familia real no desapareció.