La noche había caído y los días se acortaban lentamente, con la puesta del sol llegando más temprano que en verano. El sol ya había cedido paso a la oscuridad, proyectando largas sombras a través del patio mientras Cynthia esperaba en el jardín, con los brazos envueltos alrededor de sí misma contra el creciente frío.
Había estado esperando a Lucian durante horas, sintiendo el peso de su propia frustración asentándose sobre ella. A pesar de su resentimiento, no quería poner en peligro lo que había construido hasta ahora. Necesitaba mantener sus emociones bajo control.
«Soy una tonta. Debería haber aceptado su disculpa anoche», pensó, el enojo hacia sí misma creciendo mientras apretaba los labios en una línea delgada.
Ansiosa, se mordía las uñas, su mirada parpadeando hacia el reloj colgado en el vestíbulo, cuya esfera era apenas visible desde donde ella estaba. Se sentía como si el tiempo mismo se burlara de ella y de su paciencia.