Al escuchar un fuerte grito, Cynthia se apresuró entre la multitud, solo para darse cuenta de que era un gemido de un monstruo. El pánico la invadió mientras apretaba la empuñadura de la espada de Lucian, buscándolo a él y a los demás. ¡Él estaría en peligro sin su arma para luchar contra ellos!
—Maldita sea. ¿Cómo es que los demonios ya están atacando lugares como este? ¡No se supone que deban atacar todavía!
Aprietando la mandíbula, Cynthia corrió por los callejones, tratando desesperadamente de avistar a alguien que reconociera. Las tiendas fueron destrozadas por la magia del demonio, sus grandes ladrillos se desmoronaban en el suelo como simples hojas en otoño. La gente fue arrojada como guijarros, y la sangre salpicó su oscuro vestido mientras ella corría, sin pestañear, su respiración llegaba en jadeos entrecortados. Durante su búsqueda de Lucian, no importaba dónde mirara, no podía encontrar al demonio que causó todo esto.